domingo, 28 de octubre de 2007

Rafael Aberti

Fundación Rafael Alberti

La Fundación Rafael Alberti tiene su sede en El Puerto de Santa María en una casa de tres plantas, blanca y luminosa, de sencilla y típica construcción andaluza en la que el poeta vivió de niño.

En ella están depositados no sólo los recuerdos de la infancia del universal poeta, sino también la donación que junto a su primera esposa, María Teresa León, hizo en 1978 a su ciudad natal, así como nuevas aportaciones que cada día van llegando para completar la intensa biografía y obra de Rafael Alberti.


La labor principal de la Fundación Rafael Alberti, como institución cultural que es, consiste en velar por la obra del poeta, fomentar su investigación y difundirla, así como destacar la importancia de la Generación del 27 -a la que Alberti pertenece como uno de sus miembros más destacados- en la lírica española del siglo XX y los lazos de entrañable amistad que unieron a estos poetas hasta el final de sus vidas. Sin olvidar en este constante empeño el conservar viva, latente, la significación del nombre de Rafael Alberti en el acontecer de nuestra historia más reciente, para que su figura no quede desvirtuada a través del tiempo. Porque Alberti es una de las personalidades más sobresalientes, inquietas y atrayentes que han desfilado por la historia literaria, social y política del Siglo XX en España. Su presencia como intelectual comprometido en la defensa de las libertades será siempre un ejemplo vivo para los jóvenes de cualquier época.

La Fundación Rafael Alberti es una casa abierta siempre a la poesía, como ha dejado patente desde su constitución en 1993, y uno de sus principales objetivos es difundirla y fomentar el interés por ella. Esta tarea la lleva a cabo en todas las actividades que realiza. La atracción de la figura y la obra de Rafael Alberti entre la juventud se evidencia en Poesía Última, convocatoria anual de la Fundación durante la primavera, en la que los poetas más jóvenes llegados desde distintos puntos de nuestra geografía, tienen abierta una lírica tribuna para dar a conocer sus versos y exponer su poética.

Vida y obra

El 27 de abril de 1977, tras treinta y ocho años de exilio -veinticuatro en Argentina y catorce en Italia-, RAFAEL ALBERTI regresa por primera vez a España. Sus primeras palabras al descender del avión fueron: "Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta en señal de concordia entre todos los españoles".
Su ya hoy mítica vida está ligada, durante casi un siglo, a los acontecimientos culturales, políticos y sociales más destacados de nuestro país. Desde su filiación al Partido Comunista, su labor en la Alianza de Intelectuales Antifascistas durante la Guerra Civil, su colaboración durante la contienda junto a María Teresa León y otros intelectuales en el salvamento de importantes obras de arte de nuestro patrimonio cultural -"Las Meninas" de Velázquez, "Carlos V" de Tiziano...-, hasta su rica presidencia honoraria con Dolores Ibárruri de las primeras Cortes Democráticas... Todo ello lo convierte en un personaje singular de nuestra historia más reciente.


Rafael Alberti ha llenado con sus versos las páginas más importantes de la poesía contemporánea. Su pertenencia a la mítica Generación del 27 lo liga al grupo de mayor esplendor poético del siglo XX, que él ha ido atravesando con una ética y dignidad ejemplares, reconocida con numerosos premios entre los que destacan el Nacional de Literatura, el Lenin de la Paz, el Nacional de Teatro y el Cervantes de Literatura.

sábado, 27 de octubre de 2007

Discurso de Amos Oz

La mujer de la ventana

Si adquieres un billete y viajas a otro país, es posible que veas las montañas, los palacios y las plazas, los museos, los paisajes y los enclaves históricos. Si te sonríe la fortuna, quizá tengas la oportunidad de conversar con algunos habitantes del lugar. Luego volverás a casa cargado con un montón de fotografías y de postales.

Pero, si lees una novela, adquieres una entrada a los pasadizos más secretos de otro país y de otro pueblo. La lectura de una novela es una invitación a visitar las casas de otras personas y a conocer sus estancias más íntimas.

Si no eres más que un turista, quizá tengas ocasión de detenerte en una calle, observar una vieja casa del barrio antiguo de la ciudad y ver a una mujer asomada a la ventana. Luego te darás la vuelta y seguirás tu camino.

Pero como lector no sólo observas a la mujer que mira por la ventana, sino que estás con ella, dentro de su habitación, e incluso dentro de su cabeza.

Cuando lees una novela de otro país, se te invita a pasar al salón de otras personas, al cuarto de los niños, al despacho, e incluso al dormitorio. Se te invita a entrar en sus penas secretas, en sus alegrías familiares, en sus sueños.

Y por eso creo en la literatura como puente entre los pueblos. Creo que la curiosidad tiene, de hecho, una dimensión moral. Creo que la capacidad de imaginar al prójimo es un modo de inmunizarse contra el fanatismo. La capacidad de imaginar al prójimo no sólo te convierte en un hombre de negocios más exitoso y en un mejor amante, sino también en una persona más humana.

Parte de la tragedia árabe-judía es la incapacidad de muchos de nosotros, judíos y árabes, de imaginarnos unos a otros. De imaginar realmente los amores, los miedos terribles, la ira, los instintos. Demasiada hostilidad impera entre nosotros y demasiada poca curiosidad.

Los judíos y los árabes tienen algo en común: ambos han sufrido en el pasado bajo la pesada y violenta mano de Europa. Los árabes han sido víctimas del imperialismo, del colonialismo, de la explotación y la humillación. Los judíos han sido víctimas de persecuciones, discriminación, expulsión y, al final, el asesinato de un tercio del pueblo judío.

Cabría suponer que dos víctimas, y sobre todo dos víctimas de un mismo perseguidor, desarrollarían cierta solidaridad entre ellas. Desgraciadamente las cosas no son así, ni en las novelas ni en la vida real. Por el contrario, algunos de los conflictos más terribles son aquellos que se producen entre dos víctimas de un mismo perseguidor. Los dos hijos de un progenitor violento no tienen por qué amarse necesariamente. Con frecuencia ven reflejada el uno en el otro la imagen del cruel progenitor.

Exactamente así es la situación entre judíos y árabes en Oriente Medio: mientras los árabes ven en los israelíes a los nuevos cruzados, la nueva reencarnación de la Europa colonialista, muchos israelíes ven en los árabes la nueva personificación de nuestros perseguidores del pasado: los responsables de los pogroms y los nazis.

Esta realidad impone a Europa una especial responsabilidad en la solución del conflicto árabe-israelí: en lugar de alzar un dedo acusador hacia una u otra de las partes, los europeos deberían mostrar afecto y comprensión y prestar ayuda a ambas partes. Ustedes no tienen por qué seguir eligiendo entre ser pro-israelíes o pro-palestinos. Deben estar a favor de la paz.

La mujer de la ventana puede ser una mujer palestina de Nablus y puede ser una mujer israelí de Tel Aviv. Si desean ayudar a que haya paz entre las dos mujeres de las dos ventanas, les conviene leer más acerca de ellas. Lean novelas, queridos amigos, aprenderán mucho.

Las cosas irían mejor si también cada una de esas dos mujeres leyese acerca de la otra, para saber, al menos, qué hace que la mujer de la otra ventana tenga miedo o esté furiosa, y qué le infunde esperanza.

No he venido esta tarde a decirles que leer libros vaya a cambiar el mundo. Lo que he sugerido es que creo que leer libros es uno de los mejores modos de comprender que, en definitiva, todas las mujeres de todas las ventanas necesitan urgentemente la paz.

Quiero agradecer a los miembros del jurado del premio Príncipe de Asturias que me hayan otorgado este maravilloso Premio. Muchas gracias y mis mejores deseos a todos ustedes. Shalom u-brajá.

Traducción del hebreo de Raquel García Lozano

sábado, 13 de octubre de 2007

Amigo mío

Amigo mío

Por Joan Manuel Serrat

Amigo mío que
desde que el tiempo fue
tiempo, vas sembrando guijarros
por donde es plomo el sol
y es tan espeso el polvo
del camino, que embarra el canto.

Si al ir manso a doblar
un recodo hacia el mar
vieses los ojos de esa muchacha,
detén tus aguas y
pregúntale si
se acuerda de mí.

Si la ves en primavera,
corre con ella
por los trigales,
arrancando amapolas, avena y grama
para adornar el jarrón que hay junto a su cama.

Si la ves cuando el verano,
corre su mano
seca y calina,
mécela entre tus brazos frescos de río.
Y vuelve para contármelo. Amigo mío.

Si al ir manso a doblar
un recodo hacia el mar
vieses los ojos de esa muchacha,
detén tus aguas y pregúntale si
se acuerda de mí.

Si la ves cuando el otoño,
te hace ancho y hondo
y sueña el barbecho,
cuéntale que la llevo como el abrojo,
prendida en el pelo, el alma, el vientre y los ojos.

Si la ves cuando el invierno,
viste su terno
blanco y helado,
cuida que por las noches no sienta frío.
Y vuelve para contármelo. Amigo mío.