martes, 29 de julio de 2008

Buñuel




El director de cine Luis Buñuel, en 1960. /ARCHIVO
EFE |
MADRID
Actualizado Martes, 29-07-08 a las 06:45
La obra del 'genio de Calanda', como se le conocía por haber nacido en esa localidad aragonesa, está más vigente que nuncaTras la Guerra Civil, vivió en París, EEUU y, finalmente, en México donde rodó algunas de sus películas más significativas
El cineasta hizo siempre lo que quiso y contó lo que sentía, sin importarle los convencionalismos.
Pocos cineastas han desarrollado una carrera tan redonda, coherente y, sobre todo, personal, como el gran Luis Buñuel, que dejó para la historia imágenes tan impactantes como la de la cuchilla cortando un ojo o las hormigas saliendo de un agujero en la palma de una mano.
Al cumplirse veinticinco años de su muerte -falleció en Ciudad de México el 29 de julio de 1983-, la obra del 'genio de Calanda', como se le conocía por haber nacido en esa localidad aragonesa (norte de España), está más vigente que nunca.
Nacido el 22 de febrero de 1900, Luis Buñuel estudió Historia en Madrid pero fue su estancia en la Residencia de Estudiantes de la capital, donde conoció a Federico García Lorca, Salvador Dalí y Rafael Alberti, la que orientó su vida hacia el arte, razón por la que se trasladó a París, donde comenzó a trabajar en el cine.
Su primera película, Un perro andaluz (1929) fue todo un manifiesto del surrealismo, a la altura del literario de André Breton, y, a pesar de sus evidentes fallos técnicos, sigue siendo en la actualidad todo un alarde de imaginación y originalidad. De esa película, de tan sólo 18 minutos, proceden esas dos impactantes imágenes, molestas y perturbadoras, que son una clara muestra de la influencia de los sueños en sus primeras obras: la del ojo cortado por una cuchilla, procedente de un sueño del propio Buñuel, y la de las hormigas, salida de la capacidad onírica de Dalí.
Radicalismo estético
Junto con La edad de Oro (1930), son los dos ejemplos más claros del surrealismo en cine. Películas cuyo "radicalismo estético se ha convertido en la garantía de su prestigio cultural", según el diario The New York Times. Tras ese radical inicio, Buñuel saltó a continuación a un genero completamente diferente, el documental, pero eligió un tema no por realista menos surrealista: la situación en la región española de Las Hurdes. Durísimo documental de 27 minutos que recoge la desoladora situación de esa zona en la España de 1932 y que ofrece secuencias terribles como la del entierro de un niño en su ataúd blanco descendiendo por el río.
Aunque Buñuel se centró después en la ficción, sus películas siempre estuvieron cargadas de una fuerte crítica social, una denuncia de la situación de colectivos marginados, como ocurrió con Los Olvidados, una obra maestra por la que obtuvo el premio a la mejor dirección y el de la crítica internacional en el Festival de Cannes de 1951 y que fue rodada en 1950 en México, país en el que el cineasta recaló tras la Guerra Civil española y tras vivir en París y en Estados Unidos, de donde tuvo que salir por las presiones que sufrió al ser acusado de comunista por Dalí.
En el país azteca también rodó algunas de sus películas más significativas, como Nazarín (1959) -palma de Oro en Cannes- o El ángel exterminador (1962), con una vuelta temporal a España para realizar Viridiana (1961), una dura crítica a la falsa caridad. Viridiana, que también obtuvo la palma de Oro de Cannes, en 1962, generó un importante escándalo cuando el periódico vaticano L'Osservatore Romano la tachó de blasfema y sacrílega, lo que provocó que la censura española la prohibiera.
Tras su etapa mexicana, Buñuel regresó a Francia, donde rodaría las películas que más prestigio le dieron y con las que alcanzó una enorme sutileza en sus críticas sociales, además de una mayor libertad creadora debido a los más y mejores medios de que dispuso.
Reconocimiento mundial
Con Belle de Jour (1966) consiguió el León de Oro de Venecia por una película muy avanzada en la que Catherine Deneuve interpreta el papel de una burguesa que es incapaz de mantener relaciones sexuales con su marido y que comienza a trabajar en un burdel para satisfacer sus deseos y fantasías.
La trilogía formada por La vía láctea (1968), El discreto encanto de la burguesía (1972) -que ganó un Óscar a la mejor película extranjera-, y El fantasma de la libertad (1974) es probablemente la cumbre de su carrera. Lo absurdo se convierte en protagonista de estas historias con las que Buñuel atacó sin piedad la vida burguesa, en especial con esa reunión de amigos en El discreto encanto de la burguesía en la que nuca pasa nada.
Su última película, Ese oscuro objeto del deseo (1977), fue menor en comparación con las genialidades realizadas anteriormente, pero, al igual que con toda su obra, es una muestra más de que Buñuel hizo siempre lo que quiso y contó lo que sentía, sin importarle los convencionalismos. "No creo haber hecho nunca algo por dinero. Lo que no hago por un dólar no lo hago ni por un millón", reconoció el propio Buñuel.
El cineasta ruso Andrei Tarkovski dijo de él: "La fuerza dominante de sus películas es siempre el inconformismo. Su protesta -furiosa, sin compromisos y acerba- se expresa sobre todo en la textura sensible del filme, y es emocionalmente contagiosa". Y "por encima de todo, Buñuel es el portador de una conciencia poética", agregó.

martes, 22 de julio de 2008

El dolor emocional realmente duele.


Las nuevas investigaciones revelan que el cerebro procesa de la misma forma el dolor emocional y el dolor físico.

Ya lo dicen las canciones y los poemas: el amor duele. Pero ahora, gracias a la nueva tecnología, los científicos están confirmando que el sufrimiento emocional realmente puede doler físicamente.
Las nuevas investigaciones cerebrales revelan que la misma parte del cerebro que procesa el dolor físico también se encarga de procesar el dolor emocional.
Y esto explica, afirman los expertos, que de la misma forma como una lesión física puede causar dolor crónico, mucha gente nunca se recupera de una herida emocional.
El dolor emocional, sabemos, puede adquirir muchas formas. Puede ser el rompimiento de una relación, la exclusión social, o la forma más extrema que es la pérdida de un ser querido.
Muchas personas que han experimentado este tipo de dolor extremo a menudo hablan de "un dolor en el pecho", "un vacío debajo del esternón", o de pensar que se están volviendo locos por tanto dolor.
"La gente que ha sufrido daños emocionales a menudo traduce ese dolor en algo físico", afirma el profesor David Alexander, director del Centro de Investigación de Trauma en Aberdeen, Escocia y quien ha ayudado a sobrevivientes de desastres, incluidos en tsunami en Asia y la guerra de Irak.
"Hablan, por ejemplo, de que les explota la cabeza o de un dolor en el estómago. Es un paralelo muy fuerte", agrega.
Y sin embargo, afirma el experto, las investigaciones médicas tienden a concentrarse en el dolor físico.

Supervivencia

Un equipo de neurocientíficos de la Universidad de California Los Ángeles, (UCLA), está intentando cambiar esa tendencia centrando sus estudios en el dolor emocional.
Gracias a la nueva tecnología, dicen los investigadores, ahora es posible analizar lo que pasa en el cerebro y en el corazón.
La doctora Naomi Eisenberger ha logrado demostrar qué partes del cerebro se activan cuando sentimos dolor emocional.
La investigadora desarrolló un juego de computadora en el que deliberadamente se hace que los participantes se sientan excluidos.
Los escáneres cerebrales que se toman simultáneamente han revelado que el cerebro procesa de la misma forma el dolor que la persona siente al ser rechazada socialmente que el que siente con el dolor físico.
Este proceso se lleva a cabo en una zona cerebral llamada corteza cingular anterior.
La investigadora cree que el dolor físico y el dolor emocional están relacionados de esta forma porque las relaciones sociales son cruciales para nuestra supervivencia como especie.
Enfrentado a una situación de peligro, un hombre solo tiene menos posibilidades de sobrevivir que un grupo de humanos.
"El sistema de uniones sociales está muy vinculado al sistema de dolor físico para asegurar que el ser humano permanece conectado de cerca a los otros", afirma Naomi Eisenberger.
"Cuando se nos separa de una relación, o un grupo nos rechaza, es muy doloroso -agrega- así que intentamos evitarlo".
El dolor físico es una advertencia de nuestro organismo para no hacer algo que nos hace daño, por ejemplo, caminar con un tobillo o una pierna rota.
El dolor emocional, afirman los expertos, también puede ser una advertencia, por ejemplo, para no volvernos a acercar a cierto tipo de hombre o de mujer que nos puede herir emocionalmente.
Y de la misma forma como el dolor físico puede volverse crónico, también ocurre los mismo con el dolor emocional.
Mary Frances O'Connor, otra investigadora de UCLA lo llama "pena compleja" y ésta, dice, ocurre en aproximadamente 10% de las personas que sufren la pérdida de un ser querido.
"Estas personas experimentan mucha amargura y enojo, y sienten que su futuro no tiene sentido. Además no pueden adaptarse al dolor con el paso del tiempo, como muchas otras personas sí lo hacen", afirma O'Connor.

Corazón roto

Los científicos sospechan que estas personas que no logran adaptarse al dolor, también son las que experimentan los mayores niveles de dolor físico.
Es por eso, afirman los expertos, que sí es posible morir de un corazón roto.
"Una persona tiene mayor riesgo de morir en los seis meses después de que perdió a un ser querido" afirma el Martin Cowie profesor de cardiología del Hospital Brompton, en Londres.
"Y esta tendencia ocurre más entre los hombres", agrega.
Esto se debe a que la gente que sufre una muerte cercana tiene más probabilidad de tener un accidente o de sufrir un infarto o embolia.
Porque las hormonas que están involucradas en el estrés de la pérdida de un ser querido aumentan las posibilidades de que ocurran estos eventos, explica el experto.
Por eso, agrega, es muy importante identificar y tratar a las personas cuyo dolor emocional podría convertirse en dolor crónico y provocar una debilitante depresión o incluso la muerte.