jueves, 13 de noviembre de 2008
90 Aniversario de su muerte
El surrealismo, el arte póstumo de Apollinaire
Ideó y dio nombre a esta vanguardia, que años después impulsaría André Breton
Apollinaire, en la Primera Guerra Mundial, poco después de ser herido. (Foto: EL MUNDO)
ARTURO LUNA
MADRID.- En 1911, Guillaume Apollinaire fue arrestado como sospechoso de haber robado 'La Gioconda' del mismísimo Museo del Louvre, tras alentar públicamente a los verdaderos culpables del hurto a quemar el cuadro de Leonardo Da Vinci.
Apasionado en el amor y con un olfato infalible para descubrir las tendencias emergentes, el nombre del escritor francés, fallecido el 9 de noviembre de 1918, se sitúa entre la más osada y visionaria de las elites artísticas.
Aunque nunca pudiera disfrutar del ascenso del surrealismo; la vanguardia que ideó, a la que dio nombre y que André Breton no consagró hasta varios años después de su muerte. Paradójicamente, fue en la pintura en el arte en el que más influyó Apollinaire en vida, como crítico en algunas de las publicaciones más selectas del París bohemio y como amigo de cubistas, entre ellos Picasso y Georges Braque. La poesía tuvo que esperar.
Su valioso legado literario vivió más tarde en los textos de Paul Éluard o del propio Breton, quien en 1924 dio forma al concepto que había alumbrado Apollinaire, el mentor de toda una generación de poetas que sólo encontraban reflejo en él en unos años de vanguardia dominados por otras artes.
"El cubismo y antes el fauvismo quieren transformar su arte volviendo a los principios originales", escribió Apollinaire como crítico de arte. Y así es como él creó su literatura, retorciendo la tradición y dotándola de un nuevo sentido. Para la posteridad quedarán sus conocidos 'Caligramas', poemas dispuestos de tal forma que representan gráficamente los objetos y conceptos a los que se refieren. O lo que es lo mismo, la máxima y más amplia expresión del verso libre.
Proyectos frustrados con Picasso
Nacido en Roma en 1880 como Wilhelm Albert Włodzimierz Apollinary de Wąż-Kostrowicki, el literato francés de origen polaco y vástago de la aristocracia europea amamantó la anormalidad, abandonado por su padre y criado de forma errante por una madre ludópata.
Apenas cumplidos los 20, se trasladó a París. El barrio de Montmatre, tan venerado por turistas, cineastas y pseudo-bohemios de hoy, pronto se convirtió en su feudo. De su estrecha relación con Picasso surgió una voluntad nunca consumada de emprender proyectos artísticos comunes y una relación epistolar que es claro manifiesto de la génesis de las vanguardias.
Para la posteridad quedarán sus conocidos 'Caligramas', poemas dispuestos de tal forma que representan gráficamente los objetos y conceptos a los que se refieren
Múltiples y diversos empleos le alimentaron antes de que publicara en 1909 su primer libro, 'El encantador en putrefacción'. En poesía debutó en 1911 y fue dos años más tarde cuando se editó 'Alcoholes', recopilación de sus poemas desde los 18 hasta los 30 años.
Pero aún queda parte de la obra del francés por conocer. Este mes de noviembre la editorial barcelonesa Acantilado publica 'Cartas a Lou', volumen inédito en el que se reúne la correspondencia que mantuvo con una de sus amantes, la condesa Louise de Coligny, y los sensuales y tiernos poemas que creó para ella este fervoroso seguidor de los textos de Marat Sade, que recibió a cambio de sus composiciones frialdad e indiferencia por parte de su amada.
Algunos quisieron ver en ello una de las razones por la que en 1914, como muchos otros artistas de vanguardia, Apollinaire decidió alistarse en el ejército para participar en la Primera Guerra Mundial. Dos años después fue herido de gravedad, lo que le dejó como secuela una debilidad física que no le permitió hacer frente a la epidemia de gripe de 1918.
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