Enric Ribera Gabandé
Viena está de fiesta. Vive más que nunca la música. Vive la arquitectura. Vive la cultura. En 2010, la capital austriaca respira por todos sus poros música. Es el año de Gustav Mahler. Es el año del 150 aniversario de su nacimiento en Bohemia. Siempre es buen momento para viajar a la inmortal Viena, pero este año mucho más. Las salas de concierto vienesas tienen programado un importante número de conciertos dedicados al compositor Checo. La música es uno de los reclamos turísticos-culturales para este ciclo 2010-2011, ya que el próximo año, Mahler también será protagonista debido a que se cumplirá cien años de su muerte.
Gustav Mahler nace en Kalischt en 1860. Sus padres nada tienen que ver con la música. Regían un hostal y una destilería de alcoholes. Cuando sus padres murieron antes de cumplir 30 años mientras estaba estudiando, él se responsabilizó de sus hermanos. Dos de las hermanas se fueron hacia Viena donde contrajeron matrimonio con sendos músicos de la Ópera y con ello mantuvieron una relación muy estrecha con su hermano Gustav.
Mahler empezó con 4 años su educación musical. A los 6 años tocaba el piano y componía. Como judío escuchaba de pequeño mucha música en una sinagoga de su provincia natal. Su estilo de entender a ésta era un compendio de lo diverso que escuchó en sus primeros años de vida. A partir de los 10 años toca delante del público. A los 15 se marcha al Conservatorio de Viena. Un año después gana el primer premio de piano y de composición de la capital de Austria. Después vuelva a su población a terminar sus estudios escolares. Una vez acabados éstos, retorna en 1878 a Viena donde acaba el Conservatorio. Después sigue estudiando; arqueología e historia de la música. Más tarde empieza a viajar dando conciertos en varias ciudades europeas, entre otras, Liubliana y Budapest, donde fue descubierto como un genio.
Hitler se inspiró en la Ópera de Viena, y en el estilo introducido por Mahler en el escenario para escenificarse a si mismo. El futuro dictador alemán, cuya pobreza era manifiesta, el poco dinero que disponía se lo gastaba asistiendo a la Ópera. Hay cosas que a él le impactaron.
Viena, este año, exporta su música e impacta a musicólogos y turistas de medio mundo.
¡Nos vemos en Viena…!
martes, 31 de agosto de 2010
viernes, 13 de agosto de 2010
Cantalicio y Cochocho
Así son las cosas
Ambos payasos, que se conocieron durante un carnaval caraqueño, fueron inseparables
OSCAR YANES | EL UNIVERSAL
viernes 13 de agosto de 2010 12:00 AM
Cantalicio es el payaso más famoso que ha tenido Venezuela. Nació en un ranchito frente al Parque de La Misericordia. Desde muchacho hacía reír a la gente sin hablar y sin pintarse el rostro. Los maestros pasaban rabietas con Cantalicio niño, pues al entrar en el aula se armaba el desorden. Todos empezaban a morirse de la risa al verle la cara. Cantalicio siempre estaba serio y de pronto movía una oreja, o se torcía la nariz como si fuera chicle, tal como escribió Lucas Manzano. Debutó en 1909 cuando vino a Caracas, y levantó carpa en el Metropolitano, el famoso domador de fieras Mr. Keller. Un cubano llamado Ortega se puso de acuerdo con Keller para meterse en la jaula del tigre en El Calvario. Es bueno que los jóvenes sepan, que aquí mismo, en El Calvario, había todo un zoológico con fieras americanas y africanas. Bueno, Ortega se metió en la jaula y cuando todos aplaudían, apareció Cantalicio, con una inyectadora de cartón que tenía más de un metro de largo, gritando: "¿Dónde está el tigre?" Mr. Keller, quien le había aplicado al felino unas cuantas inyecciones, al principio se calentó, pero al ver la reacción de hombres y mujeres que lloraban de tanto reírse, comenzó a aplaudir, y al terminar la función lo contrató para que actuara con el circo Keller en Argentina.
Cantalicio trabajó por más de veinte años en Buenos Aires, pero era tan loco que una tarde cambió su vida, cuando unos venezolanos fueron a verlo y le contaron que en Caracas se preparaba el Carnaval.
Cantalicio salió a la pista, comenzó con sus gracias y chistes y al terminar su número anunció que se despedía de Buenos Aires, porque "me voy a jugar Carnaval a Caracas".
El célebre payaso apareció en la esquina de Las Gradillas una semana antes de la fiesta, organizada ese año por el doctor Emilio Ochoa, don José María Herrera Mendoza, el doctor Juan Iturbe, Luis Olavarría Matos, don Henrique Pérez Dupuy, don Guillermo Elisondo, el señor John Boulton, el general Eduardo Mancera y don Porfirio Tamayo, presidente de la Junta.
En San Juan, en la plaza de Capuchinos, unos rufianes le iban pegando fuego al quiosco, porque no aparecía Cantalicio. En ese mismo Carnaval -contó Lucas Manzano- le salió a nuestro gran payaso un peligroso rival: "Cochocho", un muchacho de San José que se raspaba la mitad de la cabeza y la otra mitad con los pelos parados, se la pintaba de verde o de rojo. Cantalicio y Cochocho se hicieron inseparables. Pasaron los años y el pobre Cochocho terminó en El Algodonal, tuberculoso. Duró poco la separación de los dos amigos. Poco tiempo después Cantalicio agonizaba en la miseria. El payaso adinerado de Buenos Aires era ahora un guiñapo acostado en un catre con un pedazo de cobija que le arropaba las piernas. Una noche le encontraron en el catre haciendo muecas. "Me estoy preparando para hacer reír a la muerte", le susurró a varios amigos, tratando de ocultar el pañuelo manchado de sangre.
Así son las cosas.
ayanes@cantv.net
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