domingo, 13 de enero de 2008

Carlo Goldoni

Carlo Goldoni representa en Italia, y en la propia Francia, un papel semejante al de Molière en el siglo anterior, aunque Goldoni viene avalado, además de por las influencias molierescas, por la tradición de la «comedia dell'arte», contra la que reacciona proponiendo una comedia realista, alejada de los viejos estereotipos, aunque sin renunciar a algunos de sus elementos, como la caracterización de personajes secundarios según los esquemas tipológicos asentados y reconocidos por el público, y así Colombina es la camarera, Pantalón el comerciante, Balanzoni el doctor, Brighella el criado, y Arlequín el pícaro. Tal vez Goldoni no alcance la altura de Molière, pero ello no es inconveniente para que pueda ser considerado como uno de los comediógrafos más destacados del siglo XVIII. Aunque no fue por entero un hombre de teatro, como Molière, sino que en alguna ocasión ejerció como abogado y en 1739 ocupó el cargo de cónsul de la República veneciana en Génova, que abandona pronto, porque le ocasionaba muchos gastos, escribió mucho más que Molière, en italiano y en francés, y cultivó los géneros más variados, dentro del teatro. Autor de unas ciento veinte comedias, cuarenta dramas y tragedias y unos ochenta libretos de óperas, por encima de todo es comediógrafo, en la línea de las comedias latinas de Terencio, de las comedias realistas de Maquiavelo y Ariosto e incluso del teatro español clásico, cuya influencia no recibe directamente, sino a través de Molière. Su realismo es de carácter popular, espontáneo y alegre, y lo aprovecha para la crítica benévola de una clase social burguesa, entonces incipiente: en «La familia del anticuario», unos condes en bancarrota casan a su hijo con la hija del rico comerciante Pantalón, teniendo en cuenta que «el oro no puede ensuciar. Hemos nacido nobles, somos nobles y una mujer que entra en casa para servir nuestros intereses no corrompe la sangre de nuestras venas».

Carlo Goldoni nació en Venecia en 1707, procedente de una rica familia de Módena venida a menos. Su padre era médico, y muy aficionado al teatro, lo mismo que su abuelo. El ambiente era propicio para que escribiera su primera pieza teatral a los ocho años, y para que leyera muy joven a Aristófanes, a Plauto y a Terencio. Después de fracasar en un colegio de jesuitas, se fuga a los catorce años de un colegio de dominicos para seguir a una compañía de cómicos. Internado en un colegio de Pavia, es expulsado del colegio y de la ciudad por escribir una sátira contra las damas de la sociedad más encopetada. En 1727 es enviado a Padua para estudiar medicina por imposición paterna, pero llega una solución de compromiso y estudia leyes, estableciéndose como abogado en Venecia, donde tiene pocos clientes, por lo que ocupa sus ocios en escribir un «Almanaque satírico», el melodrama «Amalasunta», que fue rechazado por el actor al que le leyó, y el drama «Belisario», que en compensación tuvo gran éxito.

La situación política de Italia es agitada y Goldoni se desentiende de ella uniéndose a una compañía de cómicos, con quienes hace vida errante entre Milán y Verona. En 1736 se casa con la hija de un notario genovés. No era Goldino el yerno más adecuado para un notario: no obstante, Nicoletta Connio le acompaña en todas las peripecias que le tocaron vivir.

Su fecundidad y su facilidad para escribir teatro eran tan abrumadoras que en 1750 escribió diecisiete obras por una apuesta. En estos años alcanza la máxima popularidad, que empieza a decaer por la competencia de otros dramaturgos, principalmente Carlo Gozzi, por lo que en 1761 acepta la invitación del actor Zanizzi de marchar a París con un contrato por dos años y allí queda el resto de su vida. Vuelve a ser un autor de éxito. Introducido en ambientes cortesanos, llegó a ser preceptor de lengua italiana de las hijas de Luis XV. Luis XVI le asigna una pensión de 4.000 libras, lo que le permite vivir sin problemas. Muere en la calle de San Salvador de París en 1793, la víspera de que M. Chenier consiguiera que le fuera devuelta la asignación. Según Bufalino, la musa de Goldoni es el sentido común.

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