domingo, 13 de diciembre de 2009
La Mujer y el Hombre
El hombre es: la más elevada de las criaturas.
La mujer es: el más sublime de los ideales.
El hombre es: el águila que vuela.
La mujer es: el ruiseñor que canta.
Volar es: dominar el espacio.
Cantar es: conquistar el alma.
El hombre es: el cerebro.
La mujer es: el corazón.
El cerebro ilumina. El corazón produce amor.
La luz fecunda. El amor resucita.
El hombre es el genio.
La mujer es el ángel.
El genio es inmensurable. El ángel es indefinible.
Las aspiración del hombre es la suprema gloria.
La aspiración de la mujer es la virtud eterna.
La gloria engrandece. La virtud diviniza.
El hombre tiene la supremacía.
La mujer, la preferencia.
La supremacía significa fuerza.
La preferencia representa el derecho.
El hombre es fuerte por la razón.
La mujer es invencible por las lágrimas.
La razón convence. Las lágrimas conmueven.
El hombre es capaz de todos los heroísmos.
La mujer es capaz de todos los sacrificios.
El heroísmo ennoblece. El sacrificio sublimiza.
El hombre tiene un farol: la conciencia.
La mujer tiene una estrella: la esperanza.
La conciencia guía. La esperanza salva.
El hombre es un océano.
La mujer es un lago.
El océano tiene la perla que lo adorna.
El lago tiene la poesía que lo deslumbra.
En fin:
El hombre está colocado en donde termina la tierra;
y la mujer en donde comienza el cielo.
- Víctor Hugo
sábado, 12 de diciembre de 2009
Alfonsina Storni se despide, dispuesta a todo
Fechado en Panamá
Rolando Gabrielli
¿Es más importante la muerte que la vida de un poeta? La pregunta no devolverá la ausencia que dejó Alfonsina Storni al partir, entre el mito y la desesperación. Se despidió en el poema: “¡Adiós!”:
Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren no tornan jamás.
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda
es polvo por siempre y por siempre será!
Cuando los capullos caen de la rama
dos veces seguidas no florecerán...
El abismo y el vértigo no mueren, Alfonsina, alguien se hará cargo de sus pasos. Hay quienes piensan que dejaste la razón y te enamoraste del vacío. Algunos tocan trompetas para anunciar sus propias tempestades. El mito se renueva y yo siento el eco en un caracol de mar, el viento que lo trae en tu voz.
¿Es mejor saber que no saber? ¿Tú me preguntas a mí o ambos sabemos la respuesta? No tardará en salir el sol aquí y estoy frente al mar. El horizonte se deja ver, pero no tocar. El pasado es a veces un perro sin dientes, idolatrado por el olvido. ¿La grandeza del mar es dejar que lo circunden de tierra y naufraguen una y mil veces?
Alfonsina se despide en el poema de su amigo entrañable, Horacio Quiroga, quien no pudo llevársela a vivir a la selva donde terminó suicidándose... y le escribe un poema al suicida:
Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal;
Un rayo a tiempo y se acabó la feria...
Allá dirán.
Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte
Que a las espaldas va.
Bebiste bien, que luego sonreías...
Allá dirán.
Menos de dos años después, Alfonsina decidió partir, y para ello escogió las aguas de Mar del Plata... Alfonsina decía que su nombre quería decir, dispuesta a todo. Fue, sin duda, una mujer apasionada, de avanzada en su tiempo. De origen suizo, su familia se residenció en la Argentina. Trabajó como obrera a los 14 años de edad, mesera y en el teatro. Finalmente se hizo maestra rural, como Gabriela Mistral, que siempre tuvo elogios para su poesía y cabellera. Alcanzó varios premios y reconocimientos importantes por la crítica en su época.
Fue un 25 de octubre cuando decidió partir, hace 71 años. Y no deja de hacer noticia y ser recordada desde ese entonces, tal y como ella lo solicitara en una carta de despedida encontrada hace unos días en la Sociedad Argentina de Escritores. La carta está dirigida a su amigo Manuel Galvez y no tiene fecha. Le da las gracias y un adiós.
martes, 8 de diciembre de 2009
Biografia John Lennon
El 9 de octubre de 1940, bajo las bombas de un ataque sobre Liverpool de la aviacion alemana, nació John Winston Lennon. Su padre ejercia la profesion de marino y terminó divorciándose de su madre, Julia Stanley, cuando John tenía cuatro años.
También la madre se desentendió del pequeño, al que se consideraba incapaz de criar, que acabó bajo el cuidado de su tía Mimi. John encontraba cierta afición a la música y a pintar figuras grotescas y lisiados.
La situación estratégica del puerto de Liverpool convertía la ciudad en un lugar de paso para todas las tendencias musicales que llegaban de los Estados Unidos, y John creció escuchando a Little Richard, Chuck Berry, Ray Charles, Buddy Holly y muchos otros fenómenos del rock del country y el rhythm and blues.
Su infancia transcurrió en una relativa monotonía que con los años John llegó a añorar como una época feliz. Decía no conservar recuerdos demasiado felices ni demasiado desgraciados de aquellos años, y se sintió siempre muy afortunado por haber contado con su tía, especialmente después de la muerte de su madre, y a pesar de las diferencias culturales que mantenía con ella.
Por recomendación de sus profesores, que a pesar de sus mediocres resultados académicos quisieron ver en él cierto talento artístico, ingresó en la escuela de Bellas Artes donde conoció a Cynthia Powell, que con el tiempo sería su primera esposa.
A los quince años, todavía en Bellas Artes, decidió responder a su vocación musical y formó un grupo llamado "The Quarrymen". Poco después le presentan a un joven guitarrista llamado James Paul McCartney, al que invita a ingresar en el grupo animado por su habilidad para afinar guitarras.
Paul le presenta también a George Harrison, que se une a ellos en 1958. Fueron probando varios nombres, como "Johnny and the Moondogs" y "The Nurk Twins".
Por entonces, John acababa de redescubrir a su madre, cuyos problemas la habían mantenido al margen de su infancia, y con la que estaba iniciando una excelente relación. De repente, ese mismo año la madre de John murió atropellada por un policía borracho provocando en John un trauma del que nunca llegó a recuperarse. Se traslada de nuevo a casa de su tía y se dedica infructuosamente a buscar trabajo durante algun tiempo.
En 1960 el grupo reaparece con el nombre "Long John and the Silver Beatles", para luego probar con "The Silver Beatles" y finalmente "The Beatles". La explicación del nombre proviene de un juego de palabras del propio Lennon, que combinó Beat (ritmo) con Beetle (escarabajo).
Acompañando a Johnny Gentle junto con algunos músicos profesionales, los tres jóvenes viajaron a Escocia durante algunos meses, participaron en la parte musical de un espectáculo de Strip-tease y pasaron una temporada actuando en el barrio chino de Hamburgo.
De regreso a Liverpool se convirtieron en el grupo habitual del pub The Cavern hasta que en 1961 el propietario de una tienda de discos, llamado Brian Epstein, les propuso ofrecerse como manager, a cambio del 25 % de los beneficios.
En agosto de 1962 se celebra la boda de John y Cynthia Powell. De su matrimonio nacerá Julian, pero el éxito del grupo los irá distanciando.
Ringo Starr completó la formación de los Beatles al incorporarse en 1962 para sustituir a Pete Best, que en la batería no estaba al nivel de sus compañeros. El éxito de The Beatles pertenece a la historia de la Humanidad y les valió a sus integrantes el nombramiento en 1965 como Caballeros de la Orden del Imperio Británico.
Transcurren varios años de éxitos continuos, disputas, reconciliaciones y polémicas causadas por las declaraciones de Lennon, como la ocasión en que afirmó que los Beatles eran más famosos que el propio Jesucristo.
La muerte de Brian Epstein por sobredosis en 1967, y la boda de Lennon con la artista japonesa Yoko Ono celebrada en Gibraltar en 1968, fueron los desencadenantes de una ruptura que se gestaba desde hacía tiempo. Fue Lennon quien anunció la disolución del grupo en abril de 1970 con la célebre frase "el sueño se ha acabado".
Su temprano lanzamiento como escritor, con sus dos libros de poesía "In his own words" y "A spaniard in the works" de notable éxito, fueron buena muestra de que Lennon siempre tenía otras cosas en mente. Al conocer a Yoko Ono en 1966 y al intensificar sus mutuas relaciones, el tandem Lennon, McCartney dejó paso al nuevo Lennon-Ono, esto fue en cierta manera el origen del final de los Beatles. Yoko Ono fue la compañera de una trilogía de LPs que marcaron el inicio de la carrera de John fuera de los Beatles. Dichos LPs, todos lanzados en Apple, fueron "Two virgins", con la famosa portada con la foto del desnudo total de Lennon y Ono, "Life with the lions" y "Wedding album". Eran más bien experimentos conceptuales basados en ruido fuertemente influenciados por la carrera de Yoko Ono como artista plástica.
Después de una serie de actividades pacifistas que terminaron con la devolución por parte de Lennon de su condecoración como Miembro de la Orden del Imperio Británico, y que incluían sus famosas "Bed-Ins" y "Bagisms", grabaron "Give Peace A Chance" un himno pacifista compuesto por Lennon y atribuido a la recién formada Plastic Ono Band, dando ocasión al primer éxito de un Beatle fuera del grupo.
Con importantísimos músicos de apoyo, como Eric Clapton, The Plastic Ono Band actuaron en un festival en Canadá, que tuvo como resultado el lanzamiento de "Live Peace In Toronto 1969", que consistía principalmente en versiones de clásicos del rock y el estridente chillido de Yoko, y que contenía también una primitiva versión de "Cold Turkey" que fue luego el título de su siguiente LP, otro directo capturado en vinilo que venía avalado por el acompañamiento de músicos como George Harrison y Keith Moon.
Por esa época fueron invitados por los Rolling Stones a un intento de superprograma para la TV, llamado "Rock and Roll Circus". En realidad fueron invitados todos los Beatles pero sólo asistieron John y Yoko. El resultado fue una serie de números musicales que incluían a John Lennon, Eric Clapton, Keith Richards y Mitch Mitchell, grabados en un escenario circense instalado en los estudios de TV, que nunca llegaron a ser emitidos.
La canción "Instant karma" apareció como una de las últimas aportaciones de Lennon a los Beatles, pero él la consideraba más bien un escape de los constantes malos momentos que el grupo le hacía pasar antes de separarse definitivamente.
En Diciembre de 1970 fue publicado el primer LP de Lennon, sus primeros trabajos originales fuera de los Beatles, y era el resultado de un largo proceso de rehabilitación de su adicción a las drogas duras bajo la dirección del doctor Arthur Janov y su terapia, llamada Primal Scream, le llevó a crear un disco profundamente introspectivo titulado simplemente "Plastic Ono Band", donde encontramos piezas de doloroso exorcismo emocional como "Mother", "Isolation" y otras hasta extremos confesionales difíciles de creer dentro del rock.
El siguiente paso fue "Imagine", el más importante éxito de Lennon en solitario, un LP que contenía también declaraciones reveladoras como "How do you sleep" dirigida a McCartney para aclarar su antipatía, "Jealous guy", bellísima canción después versionada elegantemente por Roxy Music, y la canción que da título al LP, "Imagine", llena de pensamientos profundos. Su emigración a Estados Unidos en 1972 resultó en la creación de un nuevo grupo de acompañamiento, Elephants Memory, con los que John y Yoko, grabaron "Sometime in New York City" un LP repleto de ideales políticos de clara posición izquierdista, y que contenía también extractos de grabaciones en directo y una jam session con The Mothers Of Invention de Frank Zappa, pero aparte de breves momentos de inspiración terminó constituyendo simplemente, un documental.
En 1973 John se separó de Yoko Ono por 15 meses en lo que llamo su largo fin de semana, yendo a parar a California y altemando una vida dedicada al alcohol y a las drogas con la creación de dos LPS "Mind Games" y "Walls and Bridges", que incluían éxitos como "Whatever Gets You Through The Night", acompañado por Elton John, "Nº 9 Dream", "Mind Games", y Aisumasen (I'm Sorry) donde la voz de Lennon nos mantiene en suspense indefinido hasta oir un solo de guitarra excepcional, pero ninguno de estos discos tuvo el recibimiento comercial del anterior "Imagine". Lo mismo sucedió con su LP de tributo a sus héroes de siempre titulado "Rock'n'Roll" y Shaved Fish
Reestablecida su relación con Yoko, quien le dio un hijo, Sean, en 1975, se dedicó durante cinco años a la vida hogareña delegando todo asunto de negocios a Yoko y alimentando la creencia de su retirada definitiva de la música.
Sin embargo en 1980 vuelve a entregarnos un par de LPs repletos de nuevo material, el primero "Double fantasy", fue lanzado al mercado en otoño de ese año. Pocas semanas más tarde fue asesinado en su casa de Nueva York, el 8 de diciembre.
Esta tragedia derrumbó el ansiado sueño de todos los fans de The Beatles de verlos reunidos de nuevo como en los 60. Y también sirvió para convertir en automático éxito a "Double fantasy" y a su siguiente LP póstumo "Milk and honey". Los singles "Watching the wheels", "Woman" y "Just like starting over" fueron enseguida también a las cabezas de las listas, apoyados por un inmenso despliegue de biografías, discos de tributo, reediciones y manifestaciones en diversas ciudades que nos recordaban el permanente deseo de paz en sus canciones y su vida, que fue casi un ejemplo para miles de personas que imaginaron un universo bueno y libre, como en los mejores años del "flower power".
sábado, 5 de diciembre de 2009
Amadé, un actor repugnante Por Ernesto Schoo
Opinión
Aparte de los personajes que les toca interpretar, los actores desempeñan en la sociedad un papel importantísimo, como referentes del imaginario popular. Por eso asombra comprobar su escaso o nulo protagonismo en la literatura de ficción. Aparecen, sí, en novelas y cuentos, pero casi nunca con la misma importancia que en las carteleras.
Cuando Sándor Márai, el admirable novelista húngaro (1900-1989), tenía treinta años, publicó Los rebeldes , cuya traducción española apareció en septiembre último, bajo el sello de Salamandra. Es la historia de cinco muchachos húngaros, de unos dieciocho años, que en los últimos meses de la Primera Guerra Mundial están a punto de ser llevados a las trincheras. A esa edad, la cercanía de la muerte despierta en ellos, aparte de la natural exuberancia juvenil, una suerte de locura, de vértigo, que los lleva a ejecutar las acciones más delirantes. De pronto, en sus vidas, que transcurren monótonas en una pequeña ciudad de provincia, irrumpe un actor, un tal Amadé, miembro de un mediocre elenco errante.
Amadé es un personaje profundamente desagradable; repugnante, casi. Obeso, grasiento, excesivamente adobado y perfumado, no tiene edad, ni facciones definidas. Sin embargo, Márai convence a los lectores de que ese cómico casi obsceno es un gran actor, un intérprete genial, convirtiéndolo en un personaje clave de la historia. Una noche, en el sótano del teatro, ofrece a sus jóvenes amigos una antología de sus papeles favoritos: "Igual que en un baile de disfraces, en pocos minutos apareció ante los ojos de la pandilla una variedad de personajes, a los que el actor interpretaba cambiando simplemente de expresión, sin siquiera anunciar sus nombres. Manipulaba su propio rostro como un virtuoso su instrumento. Moldeaba sus facciones elásticas a voluntad; dilataba las aletas de la nariz y sus mejillas tan pronto se inflaban como se hundían y se llenaban de arrugas (?) Tengo treinta y cuatro rostros -exclamó, inflando la papada-. O treinta y seis (?) Todo el mundo tiene varias caras. Yo, sinceramente, no sé cuál es la auténtica, la de carne y hueso".
* * *
Y esta es la descripción de una visita nocturna de la pandilla al teatro vacío, a oscuras: "Pero sobre todo predominaba ese olor inconfundible y particular del teatro, una esencia destilada de las candilejas, de palabras grandilocuentes y de gestos afectados; un aroma potente, casi carnal, que impregna la ropa, la piel y el pelo de quienes trabajan en él, incluso cuando se encuentran fuera del escenario". Márai sabía de lo que narraba.
Aparte de los personajes que les toca interpretar, los actores desempeñan en la sociedad un papel importantísimo, como referentes del imaginario popular. Por eso asombra comprobar su escaso o nulo protagonismo en la literatura de ficción. Aparecen, sí, en novelas y cuentos, pero casi nunca con la misma importancia que en las carteleras.
Cuando Sándor Márai, el admirable novelista húngaro (1900-1989), tenía treinta años, publicó Los rebeldes , cuya traducción española apareció en septiembre último, bajo el sello de Salamandra. Es la historia de cinco muchachos húngaros, de unos dieciocho años, que en los últimos meses de la Primera Guerra Mundial están a punto de ser llevados a las trincheras. A esa edad, la cercanía de la muerte despierta en ellos, aparte de la natural exuberancia juvenil, una suerte de locura, de vértigo, que los lleva a ejecutar las acciones más delirantes. De pronto, en sus vidas, que transcurren monótonas en una pequeña ciudad de provincia, irrumpe un actor, un tal Amadé, miembro de un mediocre elenco errante.
Amadé es un personaje profundamente desagradable; repugnante, casi. Obeso, grasiento, excesivamente adobado y perfumado, no tiene edad, ni facciones definidas. Sin embargo, Márai convence a los lectores de que ese cómico casi obsceno es un gran actor, un intérprete genial, convirtiéndolo en un personaje clave de la historia. Una noche, en el sótano del teatro, ofrece a sus jóvenes amigos una antología de sus papeles favoritos: "Igual que en un baile de disfraces, en pocos minutos apareció ante los ojos de la pandilla una variedad de personajes, a los que el actor interpretaba cambiando simplemente de expresión, sin siquiera anunciar sus nombres. Manipulaba su propio rostro como un virtuoso su instrumento. Moldeaba sus facciones elásticas a voluntad; dilataba las aletas de la nariz y sus mejillas tan pronto se inflaban como se hundían y se llenaban de arrugas (?) Tengo treinta y cuatro rostros -exclamó, inflando la papada-. O treinta y seis (?) Todo el mundo tiene varias caras. Yo, sinceramente, no sé cuál es la auténtica, la de carne y hueso".
* * *
Y esta es la descripción de una visita nocturna de la pandilla al teatro vacío, a oscuras: "Pero sobre todo predominaba ese olor inconfundible y particular del teatro, una esencia destilada de las candilejas, de palabras grandilocuentes y de gestos afectados; un aroma potente, casi carnal, que impregna la ropa, la piel y el pelo de quienes trabajan en él, incluso cuando se encuentran fuera del escenario". Márai sabía de lo que narraba.
sábado, 28 de noviembre de 2009
Peru21.pe
* Sábado, 28 noviembre de 2009 | 18 °C
Sociedad | Mié. 25 nov '09
“Nos estamos acostumbrando a un teatro poco arriesgado”
Alberto Ísola es un adicto al trabajo que hoy actúa en una obra (Volpone), dirige otra (Brel, que va todos los miércoles, a las 8 p.m., en el auditorio de la Municipalidad de San Isidro), dicta clases en la PUCP y actúa en una telenovela. Aquí nos cuenta cómo hace para seguir de pie y sonriendo.
Autor: Gonzalo Pajares Cruzado
"Nunca me ha molestado hacer televisión. Yo aprendí hace mucho que, cuando uno hace una telenovela, va a tener un montón de tiempo de espera y, para mí, ese tiempo es fantástico porque leo, estudio". Alberto Ísola es uno de nuestros más lúcidos actores y directores. Estos días muestra toda su clase en Volpone, la comedia que se presenta en el Británico.
¿Más que un actor, es un lector?
Sí. Soy un lector apasionado. No leo todo lo que me gustaría leer. También me gustan mucho la música y el cine. Sin embargo, me parece muy tentador pasar todo el día leyendo.
Sé que trabaja demasiado...
Me gusta mucho lo que hago. Por eso, hay una dosis de placer en mi trabajo, al que no considero como tal: yo disfruto el 95% de lo que hago. Trabajar es, para mí, una manera de tener una vida social. Como soy un tímido, la manera más fácil de relacionarme con las personas es el trabajo. He de reconocer que soy un adicto a él. Felizmente, no lo hago para olvidarme de cosas que me atormentan, sino porque me apasiona desde el primer ensayo que vi cuando tenía 15 años. Es una voracidad que tiene que ver, imagino, con mi pasión por la comida y con mi sobrepeso (risas).
Lleva 41 años haciéndolo.
Yo nunca quise ser actor, me veía como director. Sucede que en la escuela de teatro nos obligaban a llevar cursos de actuación –cosa que me parece muy sabia–. Allí, los profesores me dijeron: “Tú eres un buen actor, ¿por qué no actúas?”. Y así me fui quedando al punto que, hoy, actúo más que dirijo.
Empezó en las tablas a los 15 años. ¿Cuán competente es el Ísola de 56?
He mejorado porque siento que soy un profesional más completo, pero sí hay algo que he perdido: el desparpajo, el atrevimiento.
¿Cuán racional es?
Una vez alguien me dijo que yo era una mezcla de un actor analítico y un actor intuitivo. Tenía razón. Cuando preparo una obra leo mucho, pero también dejo que mis sueños me conduzcan. El arte, si solo fuera un problema de aplicación, sería muy aburrido… Hay que darle espacio a lo inesperado.
¿Es un hombre comedido o es un hombre arrebatado?
Soy muy apasionado… me he ido calmando, no envejeciendo. Antes gritaba, era muy histérico. Creo que esto tenía que ver con una inseguridad mal manejada. Hay alumnos míos que dicen que extrañan al señor que gritaba. Yo no. Antes renunciaba siempre. Si no lo hacía, sentía que no era yo (ríe).
¿Cómo maneja su prestigio? Hay personas que llevan sus talleres solo para decir que usted fue su profesor...
Lo siento como una responsabilidad. Siempre he sido un obsesivo, y saber que la gente espera de mí muchas cosas hace que me esfuerce aún más. Por otro lado, si bien muchas personas se matriculan en mis talleres buscando prestigio, son pocas las que se quedan porque soy muy exigente. Yo les digo: “Estás perdiendo tu tiempo y tu plata”, porque si algo les he enseñado a mis alumnos es la capacidad de continuar y, para continuar, hay que tener una técnica fuerte y una actitud de apertura y de cambio… y las personas que solo buscan el prestigio de haber estudiado conmigo no tienen ninguna de estas dos cosas.
¿Por qué volvió al Perú?
Yo me hago esta maravillosa pregunta todos los días. Afuera me di cuenta de quién era y de dónde venía y de qué quería hablar. Entonces, volví porque sentí –y sigo sintiendo– que, para bien o para mal, este es mi lugar.
¿Es cierto que vivimos nuestro mejor momento teatral?
Lo que me molesta es esta sensación de que antes no había nada. Lo que hoy se hace tiene su origen en lo mucho que hicimos antes. Que hayan sido montajes con poco público no tiene nada que ver… las generaciones anteriores ¡existimos! y fuimos creando lo que ahora tenemos. Hoy hay un notable avance a nivel de producción, de márketing, de profesionalización; pero extraño algunas cosas: los grupos, un discurso continuado, el riesgo, un público menor pero más ecléctico –pues veía más cosas–. Hay un avance del que participo y saludo, pero tengo un temor: creo que el público se está acostumbrando a un teatro de excelente factura, pero poco arriesgado. Nos falta abrirnos a más posibilidades. Ahora hay una sola dirección... cuando deberían haber muchas. La experimentación, por ejemplo, está siendo dejada de lado.
domingo, 8 de noviembre de 2009
La desaparición del erotismo. Mario Vargas Llosa
Paradoja de la moderna libertad sexual
MADRID.- Hay muchas formas de definir el erotismo, pero tal vez la principal sea llamarlo la desanimalización del amor físico, su conversión, a lo largo del tiempo y gracias al progreso de la libertad y la influencia de la cultura y las artes en la vida privada, de mera satisfacción de una pulsión instintiva en un quehacer creativo y compartido que prolonga y sublima el placer físico rodeándolo de rituales y refinamientos que llegan a convertirlo en obra de arte.
Tal vez en ninguna otra actividad se haya ido estableciendo una frontera tan evidente entre lo animal y lo humano como en el dominio del sexo, diferencia que, en un principio, en la noche de los tiempos, no existía y confundía a ambos en un acoplamiento carnal sin misterio, sin gracia, sin sutileza y sin amor.
La humanización de la vida de hombres y mujeres es un largo proceso en el que intervienen el avance de los conocimientos científicos, las ideas filosóficas y religiosas, el desarrollo de las artes y las letras y en esa trayectoria nada se enriquece más ni cambia tanto como la vida sexual. Esta ha sido siempre un fermento ígneo de la creación artística y literaria y, recíprocamente, pintura, literatura, música, escultura, danza, todas las manifestaciones artísticas de la imaginación humana han contribuido al enriquecimiento del placer a través de la práctica sexual.
Por eso, no es abusivo decir que el erotismo representa un momento elevado de la civilización y es uno de sus ingredientes determinantes. Para saber cuán primitiva es una comunidad o cuánto ha avanzado en su proceso civilizador nada tan útil, rompiendo sus secretos de alcoba, que averiguar cómo hace el amor.
El erotismo, sin embargo, no sólo tiene esa función positiva y ennoblecedora de embellecer el placer físico y abrir un amplio espectro de sugestiones y posibilidades que permitan a los seres humanos satisfacer sus particulares deseos y fantasías. Es también un quehacer que saca a flote aquellos fantasmas escondidos en la irracionalidad que son de índole destructiva y mortífera. Freud los llamó la vocación tanática, que se disputa con el instinto vital y creativo -el Eros- la condición humana.
Librados a sí mismos, sin freno alguno, aquellos monstruos del inconsciente que asoman y piden derecho de ciudad en la vida sexual, si no son frenados de algún modo podrían acarrear la desaparición de la especie. Por eso, el erotismo no sólo encuentra en la prohibición un acicate voluptuoso; también un límite violado, el cual se vuelve sufrimiento y muerte.
Nadie ha estudiado con más lucidez que Georges Bataille este aspecto dual -vida y muerte, placer y dolor, creación y destrucción- del erotismo, y por eso ha hecho bien Guillermo Solana poniendo de título a la exposición, que ha organizado en los locales del Museo Thyssen y Caja Madrid, el que dio el gran ensayista francés al último libro que publicó en vida: Lágrimas de Eros . Se trata de una excelente muestra que con unos ciento veinte cuadros, esculturas, fotografías y videos ilustra la variedad temática y la excelencia formal que ha llegado a alcanzar la experiencia sexual en sus mejores expresiones artísticas. El asunto es tan vasto que una exposición de arte erótico sólo puede aspirar a ser la punta del iceberg, pero, en este caso, la antología ha sido elegida con la sabiduría y el buen gusto necesarios para dar al espectador una idea clara de la exuberancia ilimitada de que ella es apenas un indicio.
Una de las enseñanzas más flagrantes que se desprende de la exposición es que el erotismo no es tanto un hecho en sí, una entidad aislada y diferenciada de otras, sino más bien una mirada, una elección subjetiva, una pasión o una manía que se proyectan sobre todo lo existente, erotizando a veces cosas que parecerían serle totalmente ajenas y hasta írritas, como la religión.
Es natural y obligatorio que la antigüedad pagana, con su amoralismo, haya sido una fecunda inspiradora de pintura y escultura eróticas -también lo ha sido de literatura- y que temas como el nacimiento de Venus, las esfinges y las sirenas, Apolo y Jacinto, Andrómada encadenada y Endimión dormido -salas de la exposición- hayan incitado a grandes artistas y debamos a ello un buen número de obras maestras.
Pero no menos estimulante para la fantasía erótica lo ha sido el cristianismo, desde Eva y la serpiente, un tema recurrente a extremos de enloquecimiento de centenares de pintores, hasta la Magdalena, la pecadora arrepentida y penitente cuyas formas desnudas, ampulosas o góticas son uno de los íconos del imaginario erótico en todas las épocas y para todas las escuelas. Y qué decir del martirio de San Sebastián y de las tentaciones de San Antonio en el desierto, que a su vez han tentado a una numerosa genealogía de artistas que van de Brueghel a Picasso y Saura, pasando por Jan Wellens de Cock (su pequeño cuadro es uno de los más memorables de la muestra) y Paul Cézanne.
La religión sirvió de aguijón al vuelo creativo y, también, de coartada para sortear la censura eclesiástica. Si la exhibición de las formas desnudas de hombres y mujeres del común en nombre de la estricta belleza era censurable, no lo era tanto si quien exhibía sus pechos, muslos, nalgas y hasta el vello púbico y los órganos sexuales eran el mismísimo Redentor o una santa o un santo. De esta estrategia se valieron para saturar sus murales y lienzos de desnudos y discreta o descarada concupiscencia pintores tan respetados por el establecimiento y la jerarquía como un Rubens, un Ingres, un Rodin o un Gustave Doré.
Otra curiosa conclusión algo deprimente se desprende de Lágrimas de Eros , por cierto profetizada también por el propio Bataille. La desaparición de frenos y censuras, la permisividad total en el campo amoroso, en lugar de enriquecer el amor físico y elevarlo a planos superiores de elegancia, exquisitez y creatividad, lo banaliza, vulgariza y, en cierto modo, lo regresa a aquellos remotos tiempos de los primeros ancestros, cuando consistía apenas en el desfogue de un instinto animal. Un testimonio de ello es la extraordinaria pobreza del arte erótico contemporáneo que Guillermo Solano, pese a sus esfuerzos en la selección de obras para la muestra, no ha podido disimular.
Es verdad que un Picasso o un Delvaux elevan considerablemente el promedio, pero la mayoría de las pinturas, videos o esculturas de artistas modernos representados son de una indigencia imaginativa lastimosa cuando no de una triste idiotez. Pasar del Endimión dormido, de Antonio Canova, al video David , de Sam Taylor-Wood, en el que vemos al futbolista David Robert Joseph Beckham durmiendo beatíficamente apoyado en su diestra, no sólo es un anticlímax sino un salto dialéctico del arte genuino al arte frívolo (o la simple tontería).
Este abaratamiento y degradación del erotismo en nuestros días es, vaya paradoja, consecuencia de una de las grandes conquistas de la libertad que ha experimentado el mundo occidental: la permisividad sexual, la tolerancia para prácticas y fantasías que antaño merecían el rechazo de la moral imperante y eran objeto de condena social y castigo judicial. Al desaparecer la prohibición desapareció también la transgresión, aquella aura temeraria, la sensación de violentar un tabú, de pecar, que condimentó la práctica del erotismo en el pasado y que atizó tanto la invención literaria y artística.
Para la experiencia común de las gentes, que la vida sexual haya migrado de la existencia clandestina que tenía a la luz de la plaza pública (o poco menos) y que ahora el "erotismo" sea un ingrediente privilegiado de la publicidad comercial (la Eva y la serpiente fotografiada por Richard Avedon con Nastassja Kinski y la boa constrictor que la abraza son un ejemplo de lo que quiero decir) y de los avisos económicos en los diarios con que las prostitutas atraen clientes significa pura y simplemente que el erotismo ya no existe, que pasó a ser caricatura y esperpento de lo que fue.
¿Es bueno o malo que haya ocurrido así? En términos sociales, bueno, sin la menor duda. La vigencia de prejuicios, prohibiciones y censuras trajo consigo atropellos, abusos, discriminación y sufrimiento para muchos (en este caso, sobre todo, para las mujeres y las minorías sexuales). Pero desde el punto de vista de las bellas artes y de la literatura ha significado que el placer físico se volvió un tema anodino y convencional, semejante al paisajismo, el retrato de caballete, las marinas o las odas patrióticas. Hacer el amor ya no es un arte. Es un deporte sin riesgo, como correr en la cinta del gimnasio o pedalear en la bicicleta estática.
sábado, 17 de octubre de 2009
El olor de la pobreza Por Mario Vargas Llosa
Hace tres años, en un viaje por tierra de Lima a Ayacucho, paramos en medio de una pampa, en lo alto de la Cordillera, en una aldea donde había un pequeño puesto de policía.
Le pedí al oficial que me permitiera usar su baño.
“Desde luego, doctor”, me dijo, muy amable. “¿Quiere usted miccionar o defecar?” Le repuse que lo primero.
Su curiosidad era académica porque el “baño” del puesto era un corralón a la intemperie donde micciones y defecaciones se confundían entre nubes de moscas y una pestilencia de vértigo.
Este recuerdo me ha acompañado sin tregua mientras, tapándome a ratos las narices, hojeaba las 422 páginas de un reciente informe publicado por las Naciones Unidas titulado Más allá de la escasez: poder, pobreza y la crisis mundial del agua.
El prudente título y la fría y neutral prosa burocrática en que está redactado no impiden que este extraordinario estudio, inspirado sin duda en la sabia concepción de la economía y el progreso de Amartya Sen –un economista que no cree que el progreso consista en estadísticas–, estremezca al lector enfrentándolo con tanto rigor como crudeza con la realidad de la pobreza y sus horrores en el mundo en que vivimos.
La investigación que han llevado a cabo Kevin Watkins y su equipo debería ser de consulta obligatoria para todos quienes quieren saber lo que son el subdesarrollo económico y la marginación social en términos prácticos y los abismos que separan a estas sociedades de las que han alcanzado ya medios y altos niveles de vida.
De esta lectura, la primera conclusión a la que llego es que el objeto emblemático de la civilización y el progreso no son el libro, el teléfono, Internet ni la bomba atómica, sino el excusado.
Dónde vacían su vejiga y sus intestinos los seres humanos es el factor determinante para saber si están todavía en la barbarie del subdesarrollo o han comenzado a progresar. Las consecuencias que tiene en la vida de las personas este hecho simple y trascendental son vertiginosas.
La tercera parte de la población del planeta –unos dos mil seiscientos millones de personas–, cuando menos, no sabe lo que es un excusado, una letrina, un pozo séptico, y hace sus necesidades, como los animales, al pie de los árboles, junto a arroyos y manantiales, o en bolsas y latas que arroja en medio de la calle.
Y unos mil millones utilizan para beber, cocinar, lavar la ropa y su higiene personal, aguas contaminadas por heces humanas y animales.
A ello se debe que, por lo menos, dos millones de niños mueran cada año de diarrea y que enfermedades infecciosas, como cólera, tifoidea y parasitosis, causadas por lo que el informe llama eufemísticamente “carecer de acceso al saneamiento”, devasten enormes sectores de Africa, Asia y América latina y sean la segunda causa de la mortalidad infantil en el mundo.
En un importante barrio de Nairobi (Kenya) llamado Kibera está generalizado el sistema de los llamados “inodoros volantes”, bolsas de plástico que la gente utiliza para hacer sus necesidades y que luego arroja por los aires a la calle (de ahí el apodo).
Esta práctica motiva que el nivel de enfermedades infecciosas en el barrio sea altísimo. Aquellas golpean sobre todo a los niños y a las mujeres. ¿Por qué a éstas? Porque, como son ellas las que se ocupan sobre todo de la limpieza hogareña y del acarreo del agua, están más expuestas que los hombres al contagio.
En Dharavi, un sector populoso de la ciudad de Mumbai, en la India, hay un solo baño por cada 1440 personas, y en la estación de las lluvias el agua que inunda las calles convierte a éstas en ríos de excrementos.
La abundancia del líquido elemento es, en este caso como en el de muchas ciudades del Tercer Mundo, una tragedia, porque, dadas las condiciones de existencia, el agua, en lugar de ser la vida, es muchas veces el instrumento de la enfermedad y la muerte.
Y, sin embargo, paradójicamente, el problema del agua, inseparable del saneamiento, es acaso el principal que mantiene a los hombres y a las mujeres prisioneros del subdesarrollo. Los datos del informe son concluyentes.
Cuando tienen agua, se trata por lo general de aguas servidas, que acarrean toda clase de bacterias y males que los enferman y matan, pero, en la mayoría de los casos, la pobreza condena a los pobres a una sequía que es todavía más catastrófica para su salud y sus posibilidades de mejorar sus condiciones de vida.
Una de las demostraciones más chocantes de la investigación es que los pobres pagan mucho más cara el agua que los ricos, precisamente porque los pueblos y barrios donde viven carecen de instalaciones de agua y desagüe y tienen que comprarla a aguateros o servicios comerciales pagando precios exorbitantes.
Así, por ejemplo, los habitantes de los barrios pobres de Yakarta (Indonesia), Manila (Filipinas) y Nairobi (Kenya) “pagan entre cinco y diez veces más por unidad de agua que aquellos de las áreas de ingresos altos de sus propias ciudades y más de lo que pagan los consumidores de Londres o Nueva York”.
Ese precio desigual del agua hace que el 20% de los hogares más pobres de El Salvador, Jamaica y Nicaragua inviertan la quinta parte de sus ingresos en agua. En tanto que en el Reino Unido el gasto promedio por agua de los ciudadanos es apenas el 3% del ingreso.
No me resisto a citar esta estadística del informe: “Cuando un europeo utiliza la cisterna de un inodoro o un estadounidense se ducha, consumen más agua que la que tienen cientos de millones de personas que viven en los barrios urbanos pobres o las áreas urbanas de los países en desarrollo”.
Y otra es que con el agua que se ahorraría si los “civilizados” cerráramos la canilla del lavatorio mientras nos cepillamos los dientes un continente entero de “bárbaros” podría bañarse.
A primera vista, se diría que no hay mucha relación posible entre la falta de agua y la educación de las niñas. Y, sin embargo, la hay y muy estrecha.
El informe calcula que se pierden 443 millones de días escolares al año a causa de enfermedades relacionadas con el agua y que millones de niñas faltan a la escuela y reciben una educación deficiente o nula, y en todo caso inferior a la de los varones, porque diariamente deben ir a buscar agua a acequias, ríos y pozos que están a menudo a varias horas de camino de sus hogares.
En Los miserables, Victor Hugo escribió que “Las cloacas son la conciencia de la ciudad”, y, en una de esas interpolaciones del narrador que recorren la novela, mientras Jean Valjean pataleaba entre la mierda con el desmayado Marius a cuestas, intentó una curiosa interpretación de la historia a partir del excremento humano.
Algo así hace este formidable estudio, sin la poesía y la elocuencia del gran romántico francés, pero con mucho mejor conocimiento científico.
Proponiéndose nada más que describir las circunstancias y reverberaciones de un problema concreto que afecta a la tercera parte de la humanidad, este informe radiografía con dramática precisión el extraordinario privilegio de que gozamos las dos terceras partes restantes, cada vez que, casi sin darnos cuenta de ello, abrimos la canilla de un lavatorio para lavarnos las manos o la ducha para recibir esa lluvia de agua fresca que nos limpia y rejuvenece, o cuando, aguijoneados por un retortijón, nos encerramos en la intimidad de un excusado, aligeramos las entrañas y, solazados, limpiamos con un pedazo de papel higiénico todos los rastros de aquella ceremonia, jalamos una cadena y sentimos, en el torbellino del surtidor, que nuestras suciedades recónditas desaparecen en las entrañas de los desagües, lejos, lejos de nuestras vidas y olfatos, para bien de nuestra salud y buen gusto.
Qué infinitamente distinta de la nuestra es la experiencia de esos miles de millones de seres humanos que nacen, viven y mueren literalmente asfixiados por su propia inmundicia, a la que no consiguen arrancar de sus vidas, pues, visible o invisible, la mugre fecal que expulsan regresa a ellos como una maldición divina, en la comida que comen, en el agua en que se lavan y hasta en el aire que respiran, enfermándolos y manteniéndolos en la mera subsistencia, sin posibilidades de salir del confinamiento en que malviven.
Uno de los aspectos más sombríos de este asunto es que, en gran parte debido al asco y la repelencia que todo lo relacionado con la mierda despierta en los seres humanos, los gobiernos y los organismos internacionales que promueven el desarrollo no suelen darle la prioridad que debería tener; lo frecuente es que lo subestimen y dediquen presupuestos insignificantes a planes de saneamiento.
Y la verdad es que vivir en la suciedad no sólo enferma el cuerpo sino también el espíritu, la autoestima más elemental, el ánimo para rebelarse contra el infortunio y mantener viva la ilusión, motor de todo progreso.
“Nacemos entre heces y orina”, escribió San Agustín.
Un estremecimiento como una viborilla de hielo en la espalda debería recorrernos al pensar que un tercio de nuestros contemporáneos nunca sale de la porquería en que vino a este valle de lágrimas.
17 de octubre, Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza
La última década ha aumentado la brecha entre ricos y pobres en América Latina
sábado, 5 de septiembre de 2009
El regreso de Elías Canetti. Tomás Eloy Martínez
Pocos autores dejan una impresión de genio tan inmediata como Elías Canetti. Apenas el lector se aventura en las primeras páginas de sus libros, se siente iluminado por una sabiduría más antigua que el tiempo. Fue en su ensayo sobre la supervivencia y el poder donde por primera vez leí una reflexión clara (y extrañamente original) sobre la sensación de superioridad y de alivio que sienten los que están de pie ante alguien que ha muerto. Escrito así parece una simpleza, pero cuando Canetti lo enuncia, se advierte qué poca atención ponemos los seres humanos en el significado profundo de gestos y movimientos que se repiten todos los días. Fue también Canetti quien explicó mejor que nadie por qué, para sentirse "el centro de todo", Kafka se refugiaba en la pequeñez, en el silencio, en la liviandad. Cuando estudia los diarios y la correspondencia de Kafka, Canetti lo revela como un escritor nuevo, recién descubierto. Lo sorprendente es que lo consigue empleando muy pocas palabras.
Llevaba yo más de veinte años sin dar con sus libros en las librerías de Buenos Aires cuando, hace pocas semanas, lo vi reaparecer en ediciones importadas y caras, aunque no lujosas, lo que me parece injusto con los lectores de estas épocas de crisis. Su obra completa está ahora en Galaxia Gutenberg y en las ediciones más accesibles publicadas por DeBols!llo.
Lo primero que leí de él fue una extraordinaria colección de ensayos, La conciencia de las palabras , en la que analiza con perspicacia la influencia que sobre Hitler ejerció su arquitecto Albert Speer y la inteligencia con que el periodista Karl Kraus abrió los oídos de la Viena anterior al nazismo. La conciencia de las palabras es también un ejemplo de la generosidad con la que Canetti juzgaba a sus pares: Hermann Broch, George Büchner, Robert Musil. En el discurso de aceptación del Premio Nobel, que con toda justicia le concedieron en 1981, reconoce la deuda con todos ellos.
Antes del golpe militar de 1976, sus libros se encontraban con facilidad en las librerías de Buenos Aires gracias, sobre todo, al empeño del editor Mario Muchnik, quien publicó seis o siete de sus obras mayores. Muchnik tuvo la audacia de salir al paso de Canetti en el Grand Hotel de Estocolmo la misma tarde de la ceremonia del Nobel. Lo tomó del brazo y se quedó un rato conversando con él. Canetti no concedía entrevistas pero no podía negarse al diálogo con uno de sus editores. Muchnik publicó los detalles de esa conversación en su autobiografía de 1999. Pintor, fotógrafo, creador de enorme talento visual, incluye en su retrato una imagen inolvidable. Al abrirse la puerta del ascensor del Grand Hotel, Canetti está quitándose la gorra de invierno y dejando al descubierto una blanca melena leonina, "que arde como una llamarada de hielo".
Los candidatos al Nobel de 1981 eran Canetti, Borges y García Márquez, quien lo recibiría al año siguiente. García Márquez ha sido siempre muy discreto y ha evitado pronunciarse sobre el hecho de que Borges fuera un postergado perpetuo. Ha citado, sí, que algunos académicos de Estocolmo valoraban mucho sus poemas y desdeñaban, en cambio, sus ficciones. Según Muchnik, algo parecido dijo Canetti aquella víspera de gloria: "Yo no le daría el premio a Borges. Y no por razones políticas, que no son pocas, incluso la medalla que recibió de manos de ese tal Pinochet. No se lo concedería porque su literatura es trivial, bien escrita pero superficial como el ajedrez". Canetti era un genio y, como ha escrito Susan Sontag, "era también parcial e injusto con los pueblos sin historia". Por eso entendía tan mal a Borges, quien, como provenía de un pueblo sin historia, sentía la necesidad de crearle una.
Todo lo que a Canetti le pasó en su larga vida parece desmesurado. Oriundo de Rustschuk, un pueblo búlgaro del bajo Danubio, vivió mudándose desde los cinco años. En 1911 lo llevaron a Manchester, Inglaterra; en 1913 -tras la muerte del padre- a Viena; entre 1916 y 1920 anduvo entre Zurich y Lausanne; a fines de los años 20 se instaló en Berlín; luego regresó a Viena, se detuvo en París, y por fin en 1938, se asentó definitivamente en Londres, de donde raras veces se movió hasta su muerte en Zurich, en 1994, a los 89 años.
A diferencia de casi todos los hombres, que disponen de una sola lengua para el amor, para los recuerdos y la desdicha, Canetti tuvo por lo menos cuatro lenguas de infancia: el alemán, que sus padres le prohibieron hablar y leer hasta los siete años; el inglés de sus primeras lecturas; el ladino, "mi lengua de la cocina", como él decía, y el búlgaro de su adolescencia.
Podría haber escrito en cualquiera de esos idiomas, pero decidió hacerlo en alemán como una afirmación de su ser judío. Canetti seduce con palabras, porque el lector adivina en él, más allá de su humildad auténtica, una rara capacidad para entenderlo todo. Parece estar regresando de las culturas más remotas, de los sentimientos más primarios, de las experiencias más revolucionarias: como si fuera el sobreviviente de un lugar en el que han sucedido ya todas las cosas.
Empezó a escribir su primera novela, Auto de fe , en abril de 1927, cuando aún estudiaba química y vivía en una habitación vienesa cuyas ventanas daban al zoológico y al asilo de locos Steinhof.
La obra de su vida es el monumental ensayo Masa y poder (1960), de lectura imprescindible para quienes quieren entender el populismo, la demagogia y el desprecio que los hombres de poder sienten por las masas a las que manipulan. Cada vez que el autor se acerca a cualquier versión de la masa (el trigo, el bosque, el fuego, la lluvia), pone simultáneamente en movimiento las disciplinas más dispares. De la antropología salta con naturalidad a la historia de las religiones, de allí a la poesía y a la anatomía patológica, alcanzando en cada caso el milagro (¿cómo llamarlo de otro modo?) de transfigurar esa inmensidad en una criatura viva, pequeña, verificable, con la cual el lector puede identificarse fácilmente. La historia, abrazada por el lenguaje de Canetti, acaba siendo como la última plegaria de una tribu de sobrevivientes, la letanía de un loco que se cree invulnerable. Y que quizás es invulnerable.
Dos de los capítulos finales estudian el extraño delirio paranoico, entre místico y racial, narrado en las Memorias de un neurópata, de D. P. Schreber, ex presidente del Senado de Dresde. Esas Memorias son también la fuente principal del ensayo sobre la paranoia, que Freud publicó en 1910 y que Canetti no menciona, por razones no explicadas.
Pese a la imponencia de Masa y poder , cuyas 500 páginas nunca citan a Marx e incluyen sólo una mínima referencia a Freud (una nota casual a pie de página), el texto más revelador sobre Canetti es, sin duda, La lengua salvada (1977), primer volumen de su autobiografía, que deja en el lector la sensación de que el lenguaje ha sido agotado, vaciado de sus mejores sustancias y que ya no es posible decir nada con esas mismas palabras. Es una memoria a la que nunca se le ven las costuras. La naturalidad de los significados es tal, las frases respiran con tanta soltura, que no es fácil explicar de qué está hecho ese universo tan familiar y al mismo tiempo tan ajeno: qué entrega tan absoluta ha sido necesaria para que los sentimientos de Canetti operen un inmediato contagio.
Son inolvidables la fascinación que el narrador siente por las mejillas coloradas de una aldeana, el terrible grito de la madre en el jardín cuando el padre muere, la mansa aceptación del sexo como un tabú, y el descubrimiento, en Zurich, de que el prejuicio antijudío ya no se apartará de su vida.
Otra obra de destilación verbal, Cincuenta caracteres (1974), cuenta en dos a tres páginas historias que son la semilla de grandes novelas. Una de esas historias, "El bibliófago", es un resumen prefecto de Auto de fe, a la vez que una demostración de los límites a los que Canetti sabe llevar el lenguaje. La lengua salvada es irresistible de otra manera: se parece a esos viejos folletines cuya lectura uno querría recomenzar, impaciente, apenas se vislumbra la última página.
Cuando recibió la noticia del Premio Nobel, estaba en la casa de sus suegros bávaros, almorzando. A su esposa, Hera, se le resbaló el cucharón con el que servía la sopa y salpicó el mantel. Canetti masticaba un trozo de pan y, por el asombro, dejó caer el bocado al plato. Al advertir que la vida familiar no volvería ya nunca a ser la misma, sintió que el Nobel lo empobrecía, lo esclavizaba. Los dioses lo habían señalado con su dedo de luz, y ser un elegido lo atormentaba. Enfrentó la adversidad de la gloria recluyéndose en su casa de Londres, de la que no salió hasta que viajó a Zurich para morir.
martes, 25 de agosto de 2009
El Vaticano muestra la solicitud de divorcio de Enrique VIII
El rey inglés pidió separarse de Catalina de Aragón y, ante la negativa del papa Clemente VII, formó la Iglesia Anglicana
Ciudad del Vaticano. (EFE).- El Vaticano presentó hoy una copia en alta definición de la carta enviada en 1530 por personalidades de la Inglaterra de la época al papa Clemente VII para pedir el divorcio del rey Enrique VIII y Catalina de Aragón, considerado el origen del cisma de la Iglesia Anglicana.
Las autoridades vaticanas mostraron este martes por primera vez en público una copia de este documento ante un grupo de estudiosos en la sede del Palacio de la Cancillería, uno de los edificios romanos que pertenecen a la Santa Sede, según los medios de comunicación italianos. El documento original, de casi un metro de longitud y titulado "Carta de los pares de Inglaterra al pontífice Clemente VII para sostener la causa de anulación de matrimonio entre Enrique VIII y Catalina de Aragón", ha sido restaurado por trabajadores del archivo secreto vaticano.
La carta, firmada por 83 miembros influyentes de la política y la sociedad inglesa de la época, solicitaba al entonces Papa que se anulase el matrimonio del Rey con Catalina de Aragón, hija menor de los Reyes Católicos y que se había casado con el heredero al trono de Inglaterra en noviembre de 1501. En ella, argumentan cómo Enrique VIII solicitaba el divorcio de la reina consorte, con la que no había tenido hijos varones que heredasen el trono, para así poder casarse con Ana Bolena.
La aprobación de Clemente VII a Enrique VIII, quien posteriormente se casaría hasta en cinco ocasiones, nunca llegó a la Corte inglesa y eso supuso el principio de la escisión de la Iglesia Anglicana de la Católica. El documento "no es en verdad el más importante desde el punto de vista jurídico e histórico entre los enviados a Clemente VII en esa ocasión, pero sin dudas es el más solemne y vistoso de todos", dice el vice-prefecto del archivo secreto vaticano, Marcel Chapin, en unas declaraciones que recogen hoy los medios de comunicación italianos.
La carta enviada a Clemente VII fue redactada en doble copia, una se conserva en Inglaterra y la otra, que se encuentra en mejor estado gracias a la restauración, en Vaticano, informa el periódico vaticano, "L'Osservatore Romano".
Ciudad del Vaticano. (EFE).- El Vaticano presentó hoy una copia en alta definición de la carta enviada en 1530 por personalidades de la Inglaterra de la época al papa Clemente VII para pedir el divorcio del rey Enrique VIII y Catalina de Aragón, considerado el origen del cisma de la Iglesia Anglicana.
Las autoridades vaticanas mostraron este martes por primera vez en público una copia de este documento ante un grupo de estudiosos en la sede del Palacio de la Cancillería, uno de los edificios romanos que pertenecen a la Santa Sede, según los medios de comunicación italianos. El documento original, de casi un metro de longitud y titulado "Carta de los pares de Inglaterra al pontífice Clemente VII para sostener la causa de anulación de matrimonio entre Enrique VIII y Catalina de Aragón", ha sido restaurado por trabajadores del archivo secreto vaticano.
La carta, firmada por 83 miembros influyentes de la política y la sociedad inglesa de la época, solicitaba al entonces Papa que se anulase el matrimonio del Rey con Catalina de Aragón, hija menor de los Reyes Católicos y que se había casado con el heredero al trono de Inglaterra en noviembre de 1501. En ella, argumentan cómo Enrique VIII solicitaba el divorcio de la reina consorte, con la que no había tenido hijos varones que heredasen el trono, para así poder casarse con Ana Bolena.
La aprobación de Clemente VII a Enrique VIII, quien posteriormente se casaría hasta en cinco ocasiones, nunca llegó a la Corte inglesa y eso supuso el principio de la escisión de la Iglesia Anglicana de la Católica. El documento "no es en verdad el más importante desde el punto de vista jurídico e histórico entre los enviados a Clemente VII en esa ocasión, pero sin dudas es el más solemne y vistoso de todos", dice el vice-prefecto del archivo secreto vaticano, Marcel Chapin, en unas declaraciones que recogen hoy los medios de comunicación italianos.
La carta enviada a Clemente VII fue redactada en doble copia, una se conserva en Inglaterra y la otra, que se encuentra en mejor estado gracias a la restauración, en Vaticano, informa el periódico vaticano, "L'Osservatore Romano".
sábado, 18 de julio de 2009
EL DÍA DE NELSON MANDELA – 18 DE JULIO DE 2009
La Fundación Nelson Mandela y la organización 46664, las dos organizaciones humanitarias creadas por el Sr. Mandela, ha lanzado una campaña a favor de convertir el día 18 de julio, la fecha de cumpleaños de Nelson Mandela, en un día internacional de acción humanitaria como una forma de conmemorar la vida y el legado del gran líder africano.
El objetivo de celebrar un Día de Mandela es tratar de utilizar la inspiración que suscita la vida de Mandela para crear un movimiento mundial a favor del bien. Será un día en que ciudadanos se comprometerán en ayudar y hacer el bien a otros, en honor a la figura de Nelson Mandela.
Se espera que este Día también servirá como inspiración para aquellos individuos y comunidades que quieren emprender acciones a favor de la cohesión social, la unidad, la reconciliación y el respeto mutuo.
El Día de Mandela no será solamente una conmemoración anual de la vida de Mandela, sino que recordará a cada persona que tiene el poder para cambiar el mundo alrededor de ellos, creando un movimiento constante y universal a favor del bien.
Mandela dió 67 años de su vida en servicio a otros. El dijo que se podía crear un mundo mejor pero que esto estaba “en nuestro manos” .
Tenia 24 años cuando entró en la política para defender a los más débiles.
Tenía 45 años cuando fue condenado a cadena perpetua.
Tenía 71 años cuando fue liberado
Tenía 75 años cuando recibió el Premio Nobel de la Paz.
Tenía 76 años cuando se convirtió en el Primer Presidente Negro elegido democráticamente en Sudáfrica.
Tenía 77 años cuando creó el Fondo para Niños de Nelson Mandela
Tenía 81 años cuando creó la Fundación Nelson Mandela.
Tenía 85 años cuando lanzó su campaña sobre el VIH/SIDA usando su número de preso ‘46664’.
En resumen, Nelson Mandela ha dedicado 67 años de su vida a favor de la lucha por derecho humanos en asuntos relacionados con la raza, el genero, la pobreza, la enfermedad y la educación. Nos inspiramos en él para tomar una responsabilidad mayor sobre nuestras vidas y sobre las vidas de otros.
Para millones de personas alrededor del mundo, Mandela simboliza, como ninguna otra persona, el triunfo de la dignidad y de la esperanza sobre la desesperación y el odio, el triunfo de la disciplina y el amor sobre la persecución y la maldad. Aunque ya tiene 91 años, su fuerza y autoridad moral, no ha menguado.
El día 18 de julio, Día de Mandela, se convertirá en una celebración anual de su vida de compromiso a favor de otros. También representará una llamada a la acción para que todos nosotros podemos dejar nuestra marca en este mundo. Es un día para comprometerse con los demás y hacer una diferencia, aunque sea pequeña.
El Día de Mandela es un día para compartir y entender los valores que su vida representa: la lucha por los derechos básicos, la ayuda a los desamparados y la práctica de la reconciliación. Estos valores no solo son las características de un buen líder, pero también de un ciudadano ejemplar.
Distribuido por la Embajada de Sudáfrica en Madrid, 18 de julio de 2009
Nelson Mandela pide ayuda para crear Escuelas en Africa
viernes, 10 de julio de 2009
Tío Vania de Antón Chejov
César Rengifo, segundo año de actuación. Dirección: María Teresa Haiek. Ganadora del premio a la mejor producción teatral y al mejor actor secundario de VIII Encuentro de Instituciones de Formación Teatral Caracas 2009.
jueves, 2 de julio de 2009
William Ospina
ESCRITORES.ORG
AUTOR DEL MES - JULIO 2009
BIOGRAFÍA
William Ospina nació el 2 de marzo de 1954 en Papua, Tolima, (Colombia). Su padre era el cantante de folclore colombiano Luis Ospina. Estudió derecho y ciencias políticas en la Universidad Santiago de Cali. Desde su juventud se dedicó a la escritura a través del periodismo y la literatura.
Vivió en Europa de 1979 a 1981, y viajó por Alemania, Bélgica, Italia, Grecia y España.
En 1982 ganó el Premio Nacional de Ensayo de la Universidad de Nariño, Pasto, con el ensayo Aurelio Arturo, la palabra del hombre y en 1986 publicó su primer poemario: Hilo de Arena.
Fue redactor en la edición dominical de diario La Prensa de Bogotá de 1988 a 1989. Escribió ensayos sobre Lord Byron, Edgar Allan Poe, León Tolstói, Charles Dickens, Emily Dickinson, las mil y una noches, Alfonso Reyes, Estanislao Zuleta, literatura árabe, la brujas de Macbeth.
En 1992 obtuvo el primer Premio Nacional de Poesía del Instituto Colombiano de Cultura.
En 1999 recibió el Doctorado Honoris Causa en Humanidades de la Universidad Autónoma Latinoamericana, de Medellín, y en 2005 el Doctorado Honoris Causa en Humanidades de la Universidad del Tolima.
En el año 2005 publicó su primera novela Ursúa.
Ha colaborado con el diario El Espectador. Es socio fundador de la revista literaria Número y desde hace tres años escribe una columna semanal en la revista Cromos.
Recientemente ha sido galardonado el Premio Rómulo Gallegos 2009 por El país de la canela.
William Ospina está considerado como uno de los poetas y ensayistas más destacados de las últimas generaciones y sus obras son mapas eruditos de sus amores literarios, acompañados de declaraciones ideológicas sobre la historia y el mundo moderno.
BIBLIOGRAFÍA
Poesía
Hilo de arena (1986).
La luna del dragón (1992).
El país del viento (1992).
¿Con quién habla Virginia caminando hacia el agua? (1995).
Poesía 1974-2004 (2007).
Ensayo
Aurelio Arturo (1991).
Es tarde para el hombre (1994).
Esos extraños prófugos de Occidente (1994).
Los dones y los méritos (1995).
Un álgebra embrujada (1996).
¿Dónde está la franja amarilla? (1996).
Las auroras de sangre (1999).
Los nuevos centros de la esfera (2001).
Ursúa (2005).
El país de la canela (2008).
America mestiza (2004)
Los Romanticos y el futuro
Novela
Ursúa (2005).
El País de la Canela (2008).
PREMIOS
Premio Nacional de Ensayo de la Universidad de Nariño (1982)
Premio Nacional de Poesía del Instituto Colombiano de Cultura (1992)
Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada de Casa de las Américas (2003)
Premio Nacional de Literatura (2006)
Premio al mejor libro de ficción (2006)
Premio Rómulo Gallegos (2009
domingo, 3 de mayo de 2009
Nuestro Adios a Augusto Boal Escrito por Carlos Ianni / CELCIT
Domingo, 03 de Mayo de 2009
El dramaturgo brasileño Augusto Boal, Embajador Mundial del Teatro de la UNESCO, falleció ayer en Río de Janeiro a los 78 años, a causa de una insuficiencia
respiratoria, informaron sus familiares.
El fundador del llamado "Teatro del Oprimido", un revolucionario método de enseñanza teatral y de escenificación, sufría leucemia y estaba internado desde el pasado martes por problemas respiratorios, informó EFE.
Entre 1971 y 1980 escapó de la persecución del régimen militar brasileño y vivió exiliado en Argentina, Estados Unidos y en Francia, donde enseñó sus técnicas en la parisina Universidad de La Sorbona.
El "Teatro del Oprimido" supuso la semilla de algunas corrientes del teatro moderno que convierten al espectador en parte activa de la pieza teatral.
El pasado marzo, ya aquejado y debilitado por el cáncer, recibió el reconocimiento de
"Embajador Mundial del Teatro" de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Augusto Boal (Río de Janeiro, Brasil, 16 de marzo de 1931-2 de mayo de 2009),
dramaturgo, escritor y director de teatro brasileño, es conocido por el desarrollo del Teatro del Oprimido, método y formulación teórica de un teatro democrático. Fue para el Premio Nóbel de la Paz 2008.
De sus estudios en EEUU a su exilio (1953-1971)
En 1953 se traslada a los EEUU con la intención de cursar estudios de Ingeniería Química, pero terminará por estudiar teatro. Escribe obras teatrales y las escenifica con el “Writer’s Group”, una asociación de jóvenes escritores. Entre ellas la casa del otro lado de la calle en la que se va configurando los rasgos característicos de su obra.
En 1955 vuelve a Brasil y asume la dirección artística del Teatro de Arena en São Paulo donde funda, junto con Gianfrancesco Guarnieri, el Seminario de Dramaturgia del Teatro de Arena (1958-1961). En 1960 escribe Revolución en América del Sur escenificada en 1961 en el teatro de Arena, en la que el protagonista, José da Silva, un hombre del pueblo, es víctima de toda clase de explotaciones por la clase dominante. De esta época son José, del parto a la sepultura, la adaptación de la obra de Lope de Vega El mejor juez, el Rey (Boal, Guarnieri, Paulo José),
Juicio en el nuevo sol (Boal e Nelson Xavier) y Golpe a galope (adaptación de “Condenado por desconfiado” de Tirso Molina). En 1965, junto a Guarnieri inicia la serie Arena Conta, en la que narra a través de personajes históricos brasileños la lucha por la liberación del pueblo.
La dirección del show Opinión despertó su interés por los musicales. Surgen, así, Arena canta Bahía (con Maria Bethânia, Gal Costa, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Tomzé y Piti), Tiempo de guerra y Sergio Ricardo puesto en cuestión.
De 1968 son Tío Patinhas e a Pílula y Luna pequeña y la caminata peligrosa dedicada a la lucha del Che Guevara en Bolivia. En 1969, en plena dictadura, escribe Bolívar, labrador del mar.
Sus años de exilio (1971-1980)
A principios de 1971 es preso, tras su liberación debe exiliarse en Argentina, allí escribe Torquemada donde habla de la prisión y del sistemático uso de la tortura. En Buenos Aires monta representaciones de piezas teatrales, da conferências y realiza investigaciones sobre el Teatro del Oprimido en toda América Latina
De la década del 70 son también Milagro en Brasil y Crónica de nuestra América, las
adaptaciones de La tempestad (Shakespeare) y Mujeres de Atenas (Aristófanes) con músicas
de Manduka y Chico Buarque, respectivamente, y las adaptaciones de algunos cuentos de
Crónicas de Nuestra América- La mierda de oro o El hombre que era una fábrica y La mortal
inmortal. En 1976 escribe Jane Spitfire. En este año se traslada a Portugal.
En 1978 Boal es invitado por la Sorbonne para dar clases de Teatro del Oprimido. Se traslada a Paris donde funda el Centre d’etude et difusión des techniques actives d’expression dedicado al estudio y difusión del Teatro del Oprimido. En 1979 Boal funda el Centre du Theatre de l’opprime.
Boal dirige Boses Blut, de Griselda Gambaro, en el Schauspielhaus de Nurngerg, Das Publiku de Garcia Lorca, en el Schauspielhaus de Wuppertal y, en el Schauspielhaus de Graz, Mit der Faust In offener Messer (de su autoría), Zumbi (coautor con Guarnieri e Edu Lobo) y Nicht Mer Nach Calingasta de Julio Cortázar, Cândida Erendira de Garcia Marquez, en el Théâtre Nacional de l’Est Perisien, Latin-American Fair of Opinion en Nueva York.
De la vuelta al exilio a la actualidad (1980-2009)
En 1980 Boal lleva a Brasil el Teatro-Fórum con su grupo del CTO-Paris. En 1986 vuelve a Brasil para dirigir la Fábrica de Teatro Popular, a propuesta del Estado de Río de Janeiro, cuyo objeto era tornar accesible a todos el lenguaje teatral, como método pedagógico y forma de conocimiento y transformación de la realidad social. Pero este proyecto queda truncado con el cambio de gobierno. Surge, entonces, el C.T.O. (Centro de Teatro do Oprimido do Rio de Janeiro) con el objetivo de realizar estudios teórico-prácticos del Teatro do Oprimido. La discusión sobre la ciudadanía, la cultura y sus varias formas de opresión son expresadas a través del lenguaje teatral.
En 1990 con el espectáculo Somos 31 millones ¿y ahora? se consolida definitivamente el CTO-Rio. Desde entonces, Boal y su grupo trabajaron junto a organizaciones que luchan por la libertad, igualdad y los derechos humanos. Ese mismo año edita Méthode Boal de Théâtre et de thérapie l´arc-en-ciel du desir donde muestra las nuevas técnicas introspectivas de teatro-imagen.
En 1992 se candidatura y es electo concejal con la propuesta de trabajar teatralmente los problemas vividos por el ciudadano común y discutir en las calles las leyes de la ciudad de Río de Janeiro. Después de haber transformado al espectador en autor con el TO, inicia el proyecto Teatro Legislativo, transformando al elector en legislador.
En 1999, monta una sambópera sobre la ópera Carmen de Bizet, en el CCBB, y en el 2000 la representa en el Palais Royal de París. En ese mismo año intensifica, con el CTO-Rio, el trabajo dentro de las prisiones de Sao Paulo.
Su libro Teatro do Oprimido y otras poéticas políticas, ha sido traducido a más de 25 lenguas.
Llevaba a cabo un proyecto nacional en colaboración con el MST (Movimiento de los
Trabajadores Rurales Sin Tierra) que se llevará a cabo en 15 estados de Brasil.
jueves, 26 de marzo de 2009
DIA MUNDIAL DEL TEATRO
“Actores somos todos nosotros,
y ciudadano no es aquel que vive en sociedad,
sino aquel que la transforma”
27 de marzo de 2009
AUGUSTO BOAL. Brasil.
Todas las sociedades humanas son espectaculares en lo cotidiano y producen espectáculos en momentos especiales. Son espectaculares como forma de organización social, espectáculos como este que ustedes vienen a ver.
Lo mismo, aunque de modo inconsciente, las relaciones humanas son estructuradas de forma teatral: la utilización del espacio, el lenguaje del cuerpo, la elección de las palabras y la modulación de la voz, la confrontación de ideas y pasiones, todo lo que hacemos en el escenario lo hacemos siempre en nuestras vidas: ¡nosotros somos teatro!
No solo las bodas y funerales son espectáculos, también lo son los rituales cotidianos de los que, debido a su familiaridad, no somos conscientes. No solo las grandes pompas, sino también el café de la mañana, los “buenos días” intercambiados, los amores tímidos y los grandes conflictos, una sesión parlamentaria o una reunión diplomática, todo es teatro.
Una de las principales funciones de nuestro arte es hacer llegar a nuestra consciencia los espectáculos de la vida cotidiana donde los actores son igualmente espectadores, donde la escena es la platea, y la platea la escena. Todos somos artistas: haciendo teatro aprendemos a ver aquello que salta a los ojos pero que somos incapaces de ver porque no estamos habituados a mirar. Lo que nos es familiar se vuelve invisible: hacer teatro, por el contrario, ilumina la escena de nuestra vida cotidiana.
En septiembre del año pasado fuimos sorprendidos por una revelación teatral: nosotros que pensábamos vivir en un mundo seguro a pesar de las guerras, los genocidios, las hecatombes y las torturas que acontecían, si, ciertas, pero alejadas de nosotros en países distantes y salvajes, vivíamos seguros con nuestro dinero guardado en un banco respetable o en las manos de un honesto corredor de bolsa, fuimos informados de que ese dinero no existía, que era virtual, ficción de mal gusto, triste creación de algunos economistas que ni eran virtuales, ni seguros ni respetables. Todo ello no era más que mal teatro, como una comedia de enredo donde unos pocos ganaban mucho y unos muchos perdían todo.
Políticos de países ricos han mantenido reuniones secretas de las que han salido soluciones mágicas. Nosotros, víctimas de sus decisiones, seguimos siendo espectadores sentados en la última fila del entresuelo.
Hace veinte años dirigí “Fedra” de Racine, en Río de Janeiro. El decorado era pobre; unas pieles de vaca en el suelo y unos bambúes alrededor. Antes de cada representación yo decía a mis actores: “Ahora acabó la ficción que hacemos día a día. Cuando crucen esos bambúes de la escena, ninguno de ustedes tendrá derecho a mentir. El teatro es la Verdad Escondida ”.
Cuando miramos más allá de las apariencias vemos opresores y oprimidos, en todas las sociedades, etnias, clases y castas, vemos un mundo injusto y cruel. Tenemos la obligación de inventar otro mundo porque sabemos que otro mundo es posible. Pero nos corresponde construirlo con nuestras manos entrando en escena, en el escenario y en la vida.
Asistan al espectáculo que va a comenzar; después, en sus casas con sus amigos, interpreten sus propias piezas y vean aquello que jamás han podido ver: aquello que salta a los ojos. ¡El teatro no es solo un acontecimiento, es un modo de vida!
Actores somos todos nosotros, y ciudadano no es aquel que vive en sociedad, sino aquel que la transforma.
y ciudadano no es aquel que vive en sociedad,
sino aquel que la transforma”
27 de marzo de 2009
AUGUSTO BOAL. Brasil.
Todas las sociedades humanas son espectaculares en lo cotidiano y producen espectáculos en momentos especiales. Son espectaculares como forma de organización social, espectáculos como este que ustedes vienen a ver.
Lo mismo, aunque de modo inconsciente, las relaciones humanas son estructuradas de forma teatral: la utilización del espacio, el lenguaje del cuerpo, la elección de las palabras y la modulación de la voz, la confrontación de ideas y pasiones, todo lo que hacemos en el escenario lo hacemos siempre en nuestras vidas: ¡nosotros somos teatro!
No solo las bodas y funerales son espectáculos, también lo son los rituales cotidianos de los que, debido a su familiaridad, no somos conscientes. No solo las grandes pompas, sino también el café de la mañana, los “buenos días” intercambiados, los amores tímidos y los grandes conflictos, una sesión parlamentaria o una reunión diplomática, todo es teatro.
Una de las principales funciones de nuestro arte es hacer llegar a nuestra consciencia los espectáculos de la vida cotidiana donde los actores son igualmente espectadores, donde la escena es la platea, y la platea la escena. Todos somos artistas: haciendo teatro aprendemos a ver aquello que salta a los ojos pero que somos incapaces de ver porque no estamos habituados a mirar. Lo que nos es familiar se vuelve invisible: hacer teatro, por el contrario, ilumina la escena de nuestra vida cotidiana.
En septiembre del año pasado fuimos sorprendidos por una revelación teatral: nosotros que pensábamos vivir en un mundo seguro a pesar de las guerras, los genocidios, las hecatombes y las torturas que acontecían, si, ciertas, pero alejadas de nosotros en países distantes y salvajes, vivíamos seguros con nuestro dinero guardado en un banco respetable o en las manos de un honesto corredor de bolsa, fuimos informados de que ese dinero no existía, que era virtual, ficción de mal gusto, triste creación de algunos economistas que ni eran virtuales, ni seguros ni respetables. Todo ello no era más que mal teatro, como una comedia de enredo donde unos pocos ganaban mucho y unos muchos perdían todo.
Políticos de países ricos han mantenido reuniones secretas de las que han salido soluciones mágicas. Nosotros, víctimas de sus decisiones, seguimos siendo espectadores sentados en la última fila del entresuelo.
Hace veinte años dirigí “Fedra” de Racine, en Río de Janeiro. El decorado era pobre; unas pieles de vaca en el suelo y unos bambúes alrededor. Antes de cada representación yo decía a mis actores: “Ahora acabó la ficción que hacemos día a día. Cuando crucen esos bambúes de la escena, ninguno de ustedes tendrá derecho a mentir. El teatro es la Verdad Escondida ”.
Cuando miramos más allá de las apariencias vemos opresores y oprimidos, en todas las sociedades, etnias, clases y castas, vemos un mundo injusto y cruel. Tenemos la obligación de inventar otro mundo porque sabemos que otro mundo es posible. Pero nos corresponde construirlo con nuestras manos entrando en escena, en el escenario y en la vida.
Asistan al espectáculo que va a comenzar; después, en sus casas con sus amigos, interpreten sus propias piezas y vean aquello que jamás han podido ver: aquello que salta a los ojos. ¡El teatro no es solo un acontecimiento, es un modo de vida!
Actores somos todos nosotros, y ciudadano no es aquel que vive en sociedad, sino aquel que la transforma.
domingo, 11 de enero de 2009
TIERRA DE GRACIA
Miguel Gracia, fotógrafo, emigró a Venezuela en Mayo de 1958, proveniente de su natal Zaragoza, España, para inventarse otra vida en nuestro caribeño terruño. Gobernaba a la fuerza allá, Francisco Franco; acá en Venezuela, Marcos Pérez Jiménez.
Silencioso y discreto, Miguel escogió la penumbra de las salas de teatro de Venezuela para hacer eternos con su cámara cada momento de la historia de la danza y el teatro nuestros.
Ataviado con jeans y sus obligados zapatos de goma, estacionaba su Jeep naranja, y se dirigía con su artillería almacenada en un gastado bolso de cuero hacia la sala. Allí, desenfundaba su cámara Leica de 35mm y sin piedad registraba el espectáculo de principio a fin. Su mirada, y ese punto de vista particular que hace del artesano un gran artista, convirtió en imágenes los mágicos instantes en los que actores, bailarines, dramaturgos, escenógrafos, maquillistas, vestuaristas, iluminadores, utileros, directores, productores y tantos mas, cuentan y recuentan historias, prueba de que somos capaces de crear belleza, de inventarnos mundos mas allá de la oscuridad de una sala, para que quienes estamos allí, en ese preciso momento, seamos testigos y espectadores de nuestra propia cotidianidad, de nuestra condición de seres humanos.
Al final, y mientras el aplauso del público celebraba la representación de los histriones, Miguel guardaba su armería en el bolsito y salía desapercibido del teatro. Durante el trayecto a casa, hacía su propio recuento de lo visto y surgía una opinión que las más de las veces se reservaba, pues ser crítico de teatro nunca le atrajo. Al llegar a su bunker familiar en la Avenida principal de El Bosque, le aguardaban Pili, su esposa y comandante en jefe, y sus dos pequeñines, Miguelito y Javier. Luego, revelar los rollos de negativo expuestos y convertir en realidad lo que en el tiempo ya era solo una memoria: el milagro de la fotografía, imágenes en papel; rostros, manos, movimiento, miradas, risas, llanto, luz, sombra. Todo allí, hecho de nitrato de plata, convertido en presente por obra y gracia de Gracia.
Tuve el privilegio de trabajar con Miguel como su asistente durante mis comienzos como fotógrafo a mediados de los años 70. Aprendí de su rigor y disciplina. Formé parte de su terruño que eran su casa y su laboratorio. Me hice familia de su familia, viendo crecer a sus pequeños, admirando a Pili clasificar y catalogar los cientos y cientos de negativos de su esposo con ese sentido maternal protector de quien regenta las grandes bibliotecas del mundo. En el sofá de su casa bebimos cervezas, degustamos jamón serrano, y oloroso a químicos de laboratorio, me hice de un padre, un maestro y un gran amigo.
Juntos cubrimos festivales nacionales e internacionales de teatro. Junto a él, el mundo de la fotografía se me hizo vasto e infinito. De su mano, vestí de blanco y negro mis propias imágenes, mis registros de la escena nacional. Cómplice de su talento y sus secretos, presencié la magia del revelado y actos trascendentales de la imagen en ese otro teatro llamado cuarto oscuro.
Junto a Miguel descubrí a otros grandes de nuestra fotografía; Luigi Scotto, Paolo Gasparini, Luis Brito, Roland Streuli, Armas, Grillo, Frasso, Antolín Sánchez, Vasco Szinetar, Fran Beaufrand, Vladimir Sersa, Sigala, Sebastián Garrido, Víctor Levizón, Alexis Pérez Luna, Tejada… Tantos artífices de lo maravilloso.
Hacia finales de los 70, me llegó el turno de emigrar. Partí a estudiar cine en los Estados Unidos. Miguel me despidió con esa mirada azul del océano que cruzó para llegar a Venezuela; con sonrisa franca y tímida me deseó suerte. Y así dejé a mi familia española para escribir mi propia historia y articularla a través de imágenes en movimiento, siempre reconociendo a Miguel como mi maestro.
Con el pasar de los años, Miguel alcanzó el pináculo de la excelencia en su oficio. Se publicó su trabajo en un importante compendio sobre la historia de Rajatabla. Se hizo merecedor de un Premio Nacional. Desde tierras lejanas celebré su constancia, su modestia y el altísimo valor de un talento que nos regaló a los venezolanos. Luis Alberto Rosas organizó, en colaboración con la Fundación Compañía Nacional de Danza y el Museo Jacobo Borges, una muestra homenaje a Miguel Gracia y a su trabajo fotográfico en la danza. La exposición es engalanada por un maravilloso retrato de Miguel que hace justicia a quien todos conocimos, quisimos, y que hoy admiramos, captado por el fotógrafo Nicola Rocco.
El 31 de Diciembre de 2008, le hablé por teléfono desde México. Él, debilitado por la enfermedad, y yo con el corazón roto, conversamos. Le agradecí su nobleza y sus enseñanzas. Le deseé Feliz Año, y alcancé a decirle que lo quería mucho. Le prometí que viajaría en Enero de 2009 para verlo y darle un beso. También le dije que lo logró todo, que lo tuvo todo: una bella familia, una mujer que lo adoró y lo acompañó todo el trayecto, unos maravillosos hijos, el resultado de un trabajo artístico glorioso e impecable, y un hijo, Javier, que por derecho propio siguió los pasos de su padre. ¿Qué más puede pedirle uno a la vida, no?
Y en la Venezuela que adoró hasta el último de sus días, el 1 de Enero de 2009, murió el fotógrafo aragonés que hizo de nuestra tierra la suya, y donde puso su exquisito oficio de fotógrafo al servicio de nuestras artes escénicas, congelando en cada uno de sus encuadres, los más maravillosos momentos de la danza y teatro venezolano. En la tierra donde durante 40 años, convirtió el gesto y el movimiento bañados por la mágica luz de los teatros venezolanos en espejos suspendidos teñidos de glorioso blanco y negro; eternas imágenes en las que hoy podemos vernos reflejados y reconocernos.
En algún sitio está ahora Miguelito Gracia codeándose con los grandes; con Cartier-Bresson, Ansel Adams, Capa, Stieglitz, Smith…
Buen viaje, entrañable amigo.
Leonardo Galavís
México, 3 de Enero de 2009
Silencioso y discreto, Miguel escogió la penumbra de las salas de teatro de Venezuela para hacer eternos con su cámara cada momento de la historia de la danza y el teatro nuestros.
Ataviado con jeans y sus obligados zapatos de goma, estacionaba su Jeep naranja, y se dirigía con su artillería almacenada en un gastado bolso de cuero hacia la sala. Allí, desenfundaba su cámara Leica de 35mm y sin piedad registraba el espectáculo de principio a fin. Su mirada, y ese punto de vista particular que hace del artesano un gran artista, convirtió en imágenes los mágicos instantes en los que actores, bailarines, dramaturgos, escenógrafos, maquillistas, vestuaristas, iluminadores, utileros, directores, productores y tantos mas, cuentan y recuentan historias, prueba de que somos capaces de crear belleza, de inventarnos mundos mas allá de la oscuridad de una sala, para que quienes estamos allí, en ese preciso momento, seamos testigos y espectadores de nuestra propia cotidianidad, de nuestra condición de seres humanos.
Al final, y mientras el aplauso del público celebraba la representación de los histriones, Miguel guardaba su armería en el bolsito y salía desapercibido del teatro. Durante el trayecto a casa, hacía su propio recuento de lo visto y surgía una opinión que las más de las veces se reservaba, pues ser crítico de teatro nunca le atrajo. Al llegar a su bunker familiar en la Avenida principal de El Bosque, le aguardaban Pili, su esposa y comandante en jefe, y sus dos pequeñines, Miguelito y Javier. Luego, revelar los rollos de negativo expuestos y convertir en realidad lo que en el tiempo ya era solo una memoria: el milagro de la fotografía, imágenes en papel; rostros, manos, movimiento, miradas, risas, llanto, luz, sombra. Todo allí, hecho de nitrato de plata, convertido en presente por obra y gracia de Gracia.
Tuve el privilegio de trabajar con Miguel como su asistente durante mis comienzos como fotógrafo a mediados de los años 70. Aprendí de su rigor y disciplina. Formé parte de su terruño que eran su casa y su laboratorio. Me hice familia de su familia, viendo crecer a sus pequeños, admirando a Pili clasificar y catalogar los cientos y cientos de negativos de su esposo con ese sentido maternal protector de quien regenta las grandes bibliotecas del mundo. En el sofá de su casa bebimos cervezas, degustamos jamón serrano, y oloroso a químicos de laboratorio, me hice de un padre, un maestro y un gran amigo.
Juntos cubrimos festivales nacionales e internacionales de teatro. Junto a él, el mundo de la fotografía se me hizo vasto e infinito. De su mano, vestí de blanco y negro mis propias imágenes, mis registros de la escena nacional. Cómplice de su talento y sus secretos, presencié la magia del revelado y actos trascendentales de la imagen en ese otro teatro llamado cuarto oscuro.
Junto a Miguel descubrí a otros grandes de nuestra fotografía; Luigi Scotto, Paolo Gasparini, Luis Brito, Roland Streuli, Armas, Grillo, Frasso, Antolín Sánchez, Vasco Szinetar, Fran Beaufrand, Vladimir Sersa, Sigala, Sebastián Garrido, Víctor Levizón, Alexis Pérez Luna, Tejada… Tantos artífices de lo maravilloso.
Hacia finales de los 70, me llegó el turno de emigrar. Partí a estudiar cine en los Estados Unidos. Miguel me despidió con esa mirada azul del océano que cruzó para llegar a Venezuela; con sonrisa franca y tímida me deseó suerte. Y así dejé a mi familia española para escribir mi propia historia y articularla a través de imágenes en movimiento, siempre reconociendo a Miguel como mi maestro.
Con el pasar de los años, Miguel alcanzó el pináculo de la excelencia en su oficio. Se publicó su trabajo en un importante compendio sobre la historia de Rajatabla. Se hizo merecedor de un Premio Nacional. Desde tierras lejanas celebré su constancia, su modestia y el altísimo valor de un talento que nos regaló a los venezolanos. Luis Alberto Rosas organizó, en colaboración con la Fundación Compañía Nacional de Danza y el Museo Jacobo Borges, una muestra homenaje a Miguel Gracia y a su trabajo fotográfico en la danza. La exposición es engalanada por un maravilloso retrato de Miguel que hace justicia a quien todos conocimos, quisimos, y que hoy admiramos, captado por el fotógrafo Nicola Rocco.
El 31 de Diciembre de 2008, le hablé por teléfono desde México. Él, debilitado por la enfermedad, y yo con el corazón roto, conversamos. Le agradecí su nobleza y sus enseñanzas. Le deseé Feliz Año, y alcancé a decirle que lo quería mucho. Le prometí que viajaría en Enero de 2009 para verlo y darle un beso. También le dije que lo logró todo, que lo tuvo todo: una bella familia, una mujer que lo adoró y lo acompañó todo el trayecto, unos maravillosos hijos, el resultado de un trabajo artístico glorioso e impecable, y un hijo, Javier, que por derecho propio siguió los pasos de su padre. ¿Qué más puede pedirle uno a la vida, no?
Y en la Venezuela que adoró hasta el último de sus días, el 1 de Enero de 2009, murió el fotógrafo aragonés que hizo de nuestra tierra la suya, y donde puso su exquisito oficio de fotógrafo al servicio de nuestras artes escénicas, congelando en cada uno de sus encuadres, los más maravillosos momentos de la danza y teatro venezolano. En la tierra donde durante 40 años, convirtió el gesto y el movimiento bañados por la mágica luz de los teatros venezolanos en espejos suspendidos teñidos de glorioso blanco y negro; eternas imágenes en las que hoy podemos vernos reflejados y reconocernos.
En algún sitio está ahora Miguelito Gracia codeándose con los grandes; con Cartier-Bresson, Ansel Adams, Capa, Stieglitz, Smith…
Buen viaje, entrañable amigo.
Leonardo Galavís
México, 3 de Enero de 2009
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